Archivos Mensuales: julio 2011

EXODO # 2 FRANK MORERA

Pedro Crisólogo, Santo

Pedro Crisólogo, Santo
Doctor de la Iglesia, 30 de julio
Autor: . | Fuente: ACI Prensa

Obispo de Rávena
Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: San Pedro, “Crisólogo” de sobrenombre, obispo de Ravena y doctor de la Iglesia, que, habiendo recibido el nombre del santo apóstol, desempeñó su oficio tan perfectamente que consiguió capturar a multitudes en la red de su celestial doctrina, saciándolas con la dulzura de su palabra. Su tránsito tuvo lugar el día treinta y uno de este mes en pedrocrisilogoImola, en la región de la Emilia Romagna (c. 450).
San Pedro, quien fue uno de los oradores más famosos de la Iglesia Católica, nació en Imola, Italia y fue formado por el Obispo de esa ciudad Cornelio, por el cual conservó siempre una gran veneración. El Obispo Cornelio convenció a San Pedro de que en el dominio de las propias pasiones y en el rechazar los malos deseos reside la verdadera grandeza, y que este es un medio seguro para conseguir las bendiciones de Dios.
San Pedro gozó de la amistad del emperador Valentiniano y de la madre de éste, Plácida, y por recomendación de los dos, fue nombrado Arzobispo de Ravena. También gozó de la amistad del Papa San León Magno.
Cuando empezó a ser arzobispo de Ravena, había en esta ciudad un gran número de paganos. Y trabajó con tanto entusiasmo por convertirlos, que cuando él murió ya eran poquísimos los paganos o no creyentes en este lugar.
A la gente le agradaba mucho sus sermones, y por eso le pusieron el sobrenombre de crisólogo, que quiere decir, el que habla muy bien. Su modo de hablar era conciso, sencillo y práctico. La gente se admiraba de que en predicaciones bastante breves, era capaz de resumir las verdades más importantes de la fe. Se conservan de él, 176 sermones, muy bien preparados y cuidadosamente redactados. Por su gran sabiduría al predicar y escribir, fue nombrado Doctor de la Iglesia, por el Papa Benedicto XIII.
Recomendaba mucho la comunión frecuente y exhortaba a sus oyentes a convertir la Sagrada Eucaristía en su alimento de todas las semanas.

LA INQUISICION PROTESTANTE

Augusto Comte escribía así:

La intolerancia del Protestantismo no fue menos tiránica que aquella que se le achaca al Catolicismo. (Filosofía Positiva, IV, 51)

El mismo Augusto Comte (fundador de la herejía llamada «positivismo») reconoce que la Inquisición protestante era igual (o peor) que la Inquisición Católica

Otra punto del que no se ha hablado es que los Protestantes también tuvieron una  Inquisición totalmente sometida al poder político de la Época. Los historiadores solo tienen dedos para señalar la Inquisición católica guardando un silencio hipócrita sobre lo acaecido en los territorios protestantes.

Los primeros protestantes no se distinguieron por ser los campeones de la “libertad de opinión” como nos lo han hecho creer… ellos que clamaban por libertad religiosa en los países católicos en sus territorios la primera medida que tomaban era la suspensión total de la Misa y el obligar a los ciudadanos por ley a asistir obligatoriamente a los cultos reformados, la destrucción de Iglesias católicas, de imágenes junto al asesinato de Obispos, Sacerdotes y religiosas marcaron estos territorios mucho mas que lo que ocurría en su contraparte católica. Para citar solo algunos ejemplos (ya que todas las fuentes investigadas solo hablan de la Inquisición Católica y ni una de la Protestante)

– se recuerda la masacre de los monjes de la Abadía de San Bernardo de Bremen cuyos monjes fueron asesinados, desollados y se les hecho sal en la carne viva siendo después colgados del campanario por turbas protestantes en el siglo XVI.

– El ahorcamiento de seis monjes cartujos y del Obispo de Rochester en la Inglaterra Protestante en 1535.

-La quema de miles de católicos y anabaptistas por Enrique VIII en el siglo XVI siendo su hija católica María la que heredó el título de “María la sanguinaria”

-La quema en la hoguera de Juan Server, el descubridor de la circulación de la sangre, en Ginebra por orden de Calvino, sin embargo solo se recuerda el “caso Galileo” que no fue ajusticiado.

-Cuando Enrique VIII comenzó la persecución católica  en Irlanda existían  mas de 1,000 monjes Dominicos, de los cuales solo DOS  sobrevivieron la persecución.

– En la época de la protestante Isabel alrededor de 800 católicos eran asesinados por año.

– El historiador protestante Henry Hallam dice “la tortura y la ejecución de los Jesuitas en el reinado de Isabel Tudor fue caracterizado por el salvajismo y el prejuicio”

– Un acto del Parlamento Inglés decretó en 1652 que “ cada sacerdote romano  debe ser colgado, decapitado y desmembrado y después quemado y sus cabezas expuestas en un poste en  lugar público”

– En la Alemania Luterana los Anabaptistas era cosidos en sacos y echados en ríos

-En la Escocia Presbiteriana de Juan Knox en un periodo de seis años se quemaron mas de 1000 mujeres acusadas de hechicería.

– En las ciudades tomadas por el Protestantismos, los católicos tenían que abandonarlas dejando en ellas todas sus  posesiones o convertirse al Protestantismo, si se les descubría celebrando la misa eran castigados con la muerte.

Es un mito que la táctica de la tortura fue un arma católica de la Inquisición. Jensen un escritor de esta época cita a un testigo el cual dice “ el teólogo protestante Meyfart describe la tortura que el personalmente presenció  ..:Un español y un Italiano fueron los que sufrieron esta bestialidad y brutalidad. En los países católicos no se condena a un asesino, a un incestuoso o a un adúltero a mas de una hora de tortura, pero en Alemania la tortura se mantiene por todo un día y una noche y hasta por dos días …..algunas veces hasta por cuatro días después de los cuales se comienza de nuevo…es una historia exacta y horrible que no pude presenciar sin aún estremecerme”

– El mismo  Jensen nos da este dato “ en Hansgsburgo en el año 1528 cerca de 170 Anabaptistas de ambos sexos fueron puestos en prisión por orden del ayuntamiento, muchos de ellos fueron quemados vivos, otros fueron marcados con hierros candentes en la mejilla o sus lenguas fueron cortadas.

– en Hansburgo el 18 de enero de 1537 el consejo municipal publicó un decreto donde se prohibía el culto católico y se les daba 8 días para que los católicos abandonaran la ciudad, pasado ese término se envió a los soldados a perseguir a los que no aceptaron la nueva fe;  se tomaron las Iglesias y monasterios se destruyeron las estatuas y los altares. Frankfort emitió una ley parecida y la total suspensión del culto católico se extendió a todos los estados alemanes y después se tacha a la Iglesia Católica de intransigente!

– En 1530 en sus comentarios al Salmo 80 Lutero aconsejaba a los gobiernos que aplicaran la pena de muerte a todos los herejes.

-En el distrito de Thurgau (Suiza) un misionero Zwingliano al frente de una turba protestante  saqueó, masacró y destruyó el monasterio local. El mismo Erasmo se aterró de ver a piadosos fieles excitados por sus predicadores protestantes “salir de la Iglesia como posesos con la ira y la rabia pintadas en el rostro, como guerreros animados por un general” . El mismo Éramos le comenta en una carta a Pirkheimer lo siguiente “ Los herreros y obreros quitaron las pinturas de las Iglesias y lanzaron tales insultos a las imágenes de los santos y al mismo crucifijo que es harto sorprendente que no hubiese un milagro. No quedó ni una estatua en Iglesias ni monasterios… todo lo que podía arder fue arrojado al fuego y el resto reducido a fragmentos, nada se salvó”

-En la Zúrich Protestante se ordenó quitar todas las imágenes religiosas, reliquias y adornos de las Iglesias y hasta el órgano fue desterrado, la catedral quedó desnuda como lo está hasta hoy. A los católicos se les inhabilitó para  ocupar cargos públicos, la asistencia a Misa se castigaba con una multa la primera vez y penas mas severas a los reincidentes,.

– En Leiphein el 4 de Abril de 1525 3000 campesinos guiados por un ex sacerdote tomaron la ciudad, saquearon la Iglesia, asesinaron católicos e hicieron sacrilegios en el altar con profanación de los sacramentos.

– Un hecho que totalmente pareciera que nunca hubiera ocurrido si no estuviera bien documentado fue el Saqueo de Roma, ni siquiera los católicos saben que este hecho ocurrió. Qué fue el Saqueo de Roma?

Sin la disponibilidad del hombre, Dios no puede cambiar los corazones

222901_10150167516657462_92187362461_7020300_2068587_nDios y mi corazón
Sin la disponibilidad del hombre, Dios no puede cambiar los corazones. Hace falta, ante la acción que viene del Amor, abrir puertas.
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net

Un tema difícil y hermoso: la relación entre Dios y cada corazón.
Por un lado, Dios con su grandeza, su bondad, su omnipotencia.
Dios es perfecto, bueno. Su nombre más hermoso: Padre. Su deseo más grande: acoger a sus hijos en casa. Su pena más honda: nuestra ingratitud, desidia, pereza, pecado. Su potencia más conmovedora: la misericordia ofrecida a todos.
Por otro lado, la pequeñez del hombre. Miseria, egoísmo, impureza, avaricia, odio, soberbia, ingratitud. Un cúmulo de males y de mezquindades de todo tipo. Vidas vacías a pesar del cúmulo de experiencias y emociones con las que, locamente, buscamos apagar la sed de bien, de verdad, de belleza, que sólo podemos encontrar en Alguien como Dios.
¿Cómo se conjugan dos polos tan diferentes? El movimiento inicia siempre desde el lado de Dios: por amor nos creó. Por amor nos espera. Por amor ofrece tiempo para que sea posible romper con el pecado, volver a casa, empezar a recorrer el camino que lleva a vivir de modo bueno.
Sin la disponibilidad del hombre, Dios no puede cambiar los corazones. Hace falta, ante la acción que viene del Amor, abrir puertas, dejar miedos, confiar. La parte que corresponde a la libertad humana no puede ser sustituida ni siquiera por Dios.
Pero incluso ese abrir, cambiar, empezar de nuevo, es ya parte del gran regalo de Dios.
Sólo cuando acogemos la luz que viene del cielo, somos capaces de descubrir la presencia del pecado. Entonces reconocemos nuestros errores y mezquindades. Estamos listos para alzar los ojos al cielo y suplicar el regalo del perdón.
Así empieza una nueva historia. Dios y mi corazón han entrado en sintonía. Empiezo a vivir según la Alianza de Amor que Cristo trajo al mundo por encargo de su Padre, que también es nuestro.

VIRGEN DE CHIQUINQUIRA HISTORIA

NUESTRA SEÑORA DE LA APARECIDA, PATRONA DEL BRASIL

Santiago Apóstol

Santiago Apóstol

Oracion al Señor por intercesión de San Pío de Pietrelcina

padrepioOh Dios, que a San Pío de Pietrelcina, sacerdote capuchino, le has concedido el insigne privilegio de participar, de modo admirable, de la pasión de tu Hijo: concédeme, por su intercesión,
la gracia de……. …que ardientemente deseo;
y otórgame, sobre todo, que yo me conforme
a la muerte de Jesús para alcanzar después la gloria de la resurrección.
Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén (3 veces)

Sobre la primacía de San Pedro

Mi Señor Jesús  pregunta a sus apóstoles: ¿quién dice la gente que soy yo? Pone esta pregunta sólo después de haber llevado a término su misión de enseñar lo que el Padre le ha dicho. Podría decirse que el caso ya está expuesto y ahora llega el momento de pronunciar el juicio. Sin embargo, la gente que ha visto y oído todas las pruebas necesarias para reconocerlo como Mesías, no termina por comprender sus signos.

Es como si un velo cubriera sus ojos y les impidiese dar una respuesta segura y convincente: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.”

Para Pedro, al igual que para Pablo tiempo después, Cristo fue un auténtico enigma difícil de descifrar. Por ejemplo, ¿qué pensaría Pedro al ver a su maestro caminando sobre las aguas? O ¿cuáles sentimientos fluirían es su corazón cuando escucha de Cristo “sobre ti edificaré mi Iglesia” y más tarde le dice “apártate de mí Satanás.”

 
Este misterio sobre Cristo lo comprenderíamos mejor con los ojos de la fe que nos da el Padre. Mientras la fe no sea le oxígeno de nuestra vida, no seremos capaces de reconocer a Cristo como el Mesías. Por esto Cristo le dice a Pedro “dichoso Tú, Pedro, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre sino mi Padre que está en el cielo.”

bandera vaticano
El don de la fe se lo dona el Padre a Pedro no por mérito de Pedro ni por sus cualidades personales -era pescador- sino por su propia bondad Dios. Es el don más precioso, el de reconocer a Dios como Mesías, como la auténtica luz que guiará nuestros pasos hacia la felicidad eterna. Y gracias a la fe Pedro y Pablo encontraron la fuerza para llevar a término su misión en la tierra.

NADA TE TURBE – TAIZE

Lo que los Cristianos Católicos creemos sobre la Primacía de Pedro , Simón bar Jonás .

 

La base de nuestra fe se funda “sobre la roca de esta fe, confesada por Pedro”. (CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA, 424)166253_133412743386907_100001545473061_217910_7304663_n

                                                                                                                                       Por eso debemos diferenciar aquella metáfora que se entiende en un contexto como la “Roca” de la fe, es decir, la creencia más importante y que es el corazón del Cristianismo (“TU ERES EL MESIAS,  EL HIJO DEL DIOS VIVO”) donde se apoyan las demás verdades o doctrinas.  “Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto,  el cual es Jesucristo mismo.” (1Corintios 3:11)

Este el fundamento del cristiano (1Corintios 3,10), es el fundamento del templo que es cada uno y el único fundamento de la predicación (1Corintios 3,12-17).

De aquella metáfora de “Roca”, que en contexto de Mateo, se refiere a la entrega de un ministerio sobre el cual Cristo fundó su iglesia para que “Confirme a sus hermanos” y la “Proteja de los ataques de satanás” (Lucas 22,31-32), Disponga las doctrinas que deben seguirse Y las que no (Mateo 16,17).

Para que “los hombres de Dios hablen (y enseñen) inspirados por el Espíritu Santo” (2Pedro 1,20-21) y no se enseñe cualquier doctrina errónea.

Y así “no haya divisiones” y entonces”tener un mismo modo de pensar y un mismo parecer.”(1Corintios 1,10).

Manteniendo  “Un solo cuerpo y un mismo espíritu…. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo” (Efesios 4,3-5)  y una cabeza que es “Cristo” (Efes 5,23), (Colos 1,18)

Pedro es aquel servidor el cual Cristo confía “La Casa de David” a semejanza de Yahvé y Eliaquim (Isaías 22,20-22) y les dio las “llaves” para “abrir” y “cerrar”, “atar” y “desatar” (Isaías 22,22) y (Mateo 16,19)

Pedro es aquel pastor, el cual responde a “El jefe de los Pastores” (1Pedro 5,2-4)

Es el portero dejado por el dueño de la casa, y le pide que este vigilante (Marcos 13.34-37), le pedir a él y a los demás que no se duerman. Comparar con (Marcos 14,37)

Solo lo reprende a él por haberse dormido, al “portero” (Marcos 14,37) (Esta reprimenda nos muestra aquel papel que debe cumplir como portero, debe estar vigilante de los demás hermanos).

El Señor reafirma la fe de Pedro, reafirmando su amor por él, preguntándole ¿Me amas más que estos? Para terminar con las negaciones (Marcos 14,66-72), pero además incesantemente le pide: “Cuida y pastorea mis ovejas” (Juan 21,15-17)

Nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica

Dios ¡nos habla a travez de su iglesia.»Y aquí, queridos Hijos y Venerables Hermanos, es menester recordar y reprender nuevamente el gravísimo error en que míseramente se hallan algunos católicos, al opinar que hombres que viven en el error y ajenos a la verdadera fe y a la unidad católica pueden llegar a la eterna salvación. Lo que ciertamente se opone en sumo grado a la doctrina católica. Notoria cosa es a Nos y a vosotros que aquellos que sufren de ignorancia invencible acerca de nuestra santísima Religión, que cuidadosamente guardan la ley natural y sus preceptos, esculpidos por Dios en los corazones de todos y están dispuestos a obedecer a Dios y llevan vida honesta y recta, pueden conseguir la vida eterna, por la operación de la virtud de la luz divina y de la gracia; pues Dios, que manifiestamente ve, escudriña y sabe la mente, ánimo, pensamientos y costumbres de todos, no consiente en modo alguno, según su suma bondad y clemencia, que nadie sea castigado con eternos suplicios, si no es reo de culpa voluntaria. Pero bien conocido es también el dogma católico, a saber, que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica, y que los contumaces contra la autoridad y definiciones de la misma Iglesia, y los pertinazmente divididos de la unidad de la misma Iglesia y del Romano Pontífice, sucesor de Pedro, “a quien fue encomendada por el Salvador la guarda de la viña”, no pueden alcanzar la eterna salvación.»
Pío IX, Carta Encíclica “Quanto  confiamur  moerore”, 10 de agosto de 1863.

Apologetica: ¿Solamente la Biblia? ¿Y si no viene en la biblia? – Oscar …

El papel de la Oración

Autor: André in-oraManaranche | Fuente: Libro preguntas jóvenes a la vieja fe
Te felicito por preguntarme tantas cosas sobre la oración. Este es el buen camino, el camino de un Dios personal que te escucha y que quiere entregarse a ti…, si es que me hablas de la oración cristiana. Intentaré responder a tus inquietudes con brevedad.
1. «¿Por qué rezar es una osadía?», preguntas con acierto y aduces al ejemplo de la misa, en la que el sacerdote introduce el Padre Nuestro diciendo: «nos atrevemos a decir.» Rezar es una audacia, porque, hasta Jesús, ningún hombre se había atrevido a decir a su Dios: «¡Abba, mi papaíto querido!». Y también porque el pecado ha desdibujado nuestra relación con el Señor. En uno de sus catequesis, el cura de Ars decía a los niños: «nos habíamos ganado a pulso no poder rezar; pero Dios, en su bondad, nos ha permitido hablarle.» No sólo nos lo permitió, sino que nos pidió que lo hiciésemos. El mismo Dios fue el primero en dirigirse al hombre: «Adán, ¿dónde estás?» Así pues, «atrévete todo lo que puedas», como dice un himno al Santísimo Sacramento, sabiendo muy bien que no tienes la audacia de abordar aun terrible tirano, sino la audacia de creer en la ternura ofrecida. No estés atemorizado, sino emocionado, como el hijo pródigo cuando vuelve a casa con la cabeza gacha y su padre «se lanza a su cuello» (Lucas 15,20).
Por último, la audacia no consiste en interpretar al Todo- poderoso, sino en vencer en ti mismo la timidez y la incredulidad. ¡Atrévete a creer en el don que se te hace! ¡Atrévete a responder a la invitación que se te dirige! ¡No esperes más! ¡Comienza inmediatamente!
2. También me preguntas: «¿siente usted que Dios le responde en la oración?»
– Convéncete que Dios te escucha y no está distraído, ni se tapa los oídos ante tu oración. Los salmos lo repiten constantemente: «Tú me escuchas, Señor, cuando te llamo.» Tus súplicas no se pierden en el vacío, ni rebotan en un contestador automático, sino que encuentran siempre una razón atento de Dios.
– Además, la oración siempre es escuchada. El Evangelio no nos permite dudarlo. «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán; porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama le abren» (Lucas 11,9-10). Para afirmar esto de una manera tan categórica, Jesús utiliza el ejemplo de nuestros padres. A ninguno de ellos, por muy «malo» que sea, se le ocurriría dar una serpiente aun niño que pide un pez, o un escorpión al que pide un huevo.
– Ahora bien, el Señor no siempre responde lo que tú esperas. A menudo, no responde al instante, no porque quiera hacerse de rogar, sino porque quiere probar la solidez de tu confianza. A veces, no responde de una forma sensible, sino dándote la paz, incluso una paz austera (Gálatas 5,22). No siempre responde concediéndote lo que re pides, sino entregándote el mejor de los regalos: el espíritu filial (Lucas 11,13). Ponerse en actitud de oración es ya ser escuchado en 10 que concierne a lo esencial: se entra en contacto con el Padre, la fe funciona y la ternura circula.
3. «¿Cómo se reza? No sé hacerlo y, por eso, apenas rezo». Amigo, no hay una escuela de preparación a la oración. En efecto, Jesús nunca respondió a la pregunta de sus discípulos, muy parecida a la tuya: «Señor, enséñanos a rezar, como Juan enseñó a sus discípulos» (Lucas 11,1). Simplemente, les contestó: «cuando recéis, haced como Yo» (Lucas .11,2). No les prestó un manual, ni les enseñó un método; simplemente, les abrió su corazón y les entregó su secreto. Para rezar no te hace falta un cursillo de seis meses sancionado con un diploma válido para toda la vida. Lo único que tienes que hacer es empezar inmediatamente. Dile al Padre la misma frase, llena de desolación, que me diriges a mí: «Padre no sé rezar.» ¡Qué oración tan hermosa! Me hace pensar en el grito de Charles de Foucauld: «Dios mío, si existes, deja que te conozca.» En tu caso, sería: «Dios mío, ya que me amas, ayúdame a confiar en ti.» La oración no se ensaya, como lo hace un piloto en una cabina simulada. Sería ridículo que dijeses a Dios: «Señor, durante algún tiempo voy a pronunciar la frase «hágase tu voluntad», para ver el efecto que produce en mí, pero sin tomármelo en serio. Cuando lo diga de verdad, ya te lo diré. («Hasta ese momento, me entreno…»). Reza desde el primer, momento, comprométete desde el principio, arriésgate desde el comienzo, y, sólo después, hazte ayudar por alguien. Si te apuntas a un grupo o a una «escuela», vete con todas las de la ley y para convertirte de verdad, no para gesticular en una piscina. El animador es un educador de la fe, no un instructor de natación. En definitiva, como dice Pablo, no busques a Dios ni en los abismos ni en las nubes: está muy cerca de ti, en tu corazón» (Romanos 10,6-8) ¡No necesitas ir a las orillas del Ganges ni a la escuela de los derviches turcos!
4. «¿Para que una oración sea eficaz, hay que rezar durante mucho tiempo?», me preguntas. Hay que rezar durante mucho tiempo, pero no para alegrar a un Dios distante y enfadado (como si Dios fuese un frasco que hay que agitar antes de usarlo, o un antipático al que ni las cosquillas hacen sonreír), sino para que el don de Dios pueda descender sobre ti e impregnar tu corazón. El tiempo no está hecho para Dios, sino para ti, para que puedas acoger la gracia que desciende sobre ti, a borbotones o gota a gota. « ¿No tiene usted ganas de rezar durante todo un día, de vez en cuando?» Claro que sí. y por la misma razón. No para acumular fórmulas, como si mis peticiones se valorasen a peso, sino para exponerme a los rayos del sol divino, para empaparme de su cálida luz. No tengo que contarle nada que ya no sepa, ni ablandar un corazón que ya me ama. Lo único que tengo que hacer es dejarme amar ampliamente y sin cansarme.
5. «¿Rezar es aburrido?
-¿De qué habla usted en sus oraciones?
-¿La repetición no termina en la monotonía?»
A veces, cuando se está seco, rezar puede ser algo austero. O doloroso, cuando se está sufriendo. Pero pronto te darás cuenta de que la oración nunca es aburrida. «¿Reza usted con regularidad?». Sí, y aquí radica la solución. Si sólo te vuelves hacia Dios por capricho, o cuando te apetece, nunca entrarás en la intimidad del Señor, y no se te entregará, porque sucumbes a la… sensación. Pero si haces oración todos los días con un corazón fiel, renunciarás a la sensación (y, por lo tanto, también al aburrimiento cuando falla la sensación) y entrarás en el reino de la paz. Yo rezo con regularidad -gracias, Jesús- y nunca me he planteado tu pregunta. Tampoco me aburro, porque no busco éxtasis ni estremecimientos. Mi alegría consiste en ser fiel a la cita… En cuanto a la repetición, es la ley de todo progreso. Avanzar en la oración no consiste en consumir fórmulas siempre nuevas y cada vez más asombrosas, con el fin de vibrar cada vez más y mejor. Avanzar en la oración es repetir incansablemente las palabras de amor más sencillas, como hacen todos los enamorados. Cuando quieres a una chica, no utilizas para hablarle un diccionario de palabras tiernas y dulces. No haces literatura; entregas tu presencia y tu ternura y repites incansablemente las palabras y los gestos más sugestivos. Lo mismo pasa con la oración: el debutante busca las emociones; el veterano, la sencillez. ¿Cómo rezaba Jesús a su Padre? …Cuando estés cansado, retoma una y otra vez la súplica ritmada de nuestros hermanos orientales: «Señor Jesús, hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador.» Empápate y confúndete con este humilde murmullo durante mucho tiempo.
6. «La oración ¿ayuda a dirigir los sentimientos?» Ciertamente. Y cuando tengas que hacer algo difícil o tengas que mantenerte firme en tu postura sin encolerizarte, reza antes y durante. Cuando tus sentidos vibren en ti peligrosamente, cálmate en los brazos de María. No se trata de una técnica sin alma o de tomar un tranquilizante, sino de un abandono del corazón que repercutirá positivamente en tu psicología y en tu cuerpo. Porque todo está relacionado. A veces, la oración puede curar las heridas, tanto tu propia oración como la que los demás hagan por ti.
7. «¿No es mejor ayudar a los pobres y desfavorecidos?» Mi querido amigo, hago las dos cosas. ¿Crees que la Madre Teresa -o sus Misioneras de la Caridad- podría haber cumplido con su incansable trabajo si no pasase largos ratos ante el Santísimo o con el rosario en las manos? Las comunidades que se están fundando para atender a los enfermos del Sida son, ante todo, comunidades contemplativas. Las Hermanitas de Jesús aguantan con los pobres en medio del desierto por la adoración.
Esto es todo lo que puedo decirte aquí sobre la oración. Busca algún otro libro sobre ello. Hay muchos. Escoge uno bueno, pero no leas demasiado, correrías el riesgo de… no rezar, contentándote con ideas sublimes o con testimonios de otros.
¿Cambia algo todo esto?
Me planteas preguntas muy significativas:
« ¿La alegría ocupa un lugar importante en su vida?
-¿Puede tener miedo un cristiano?
-¿Comete usted pecados?
-Cuando se conoce a Dios, ¿se pueden seguir haciendo tonterías?
-¿Tiene tentaciones? ¿Sobre qué?
-¿Su amor por Dios permanece estable o crece?
-¿Teme perder la fe?
-¿Tiene miedo de que pueda separarse de Dios?
-¿No le gustaría vivir como todo el mundo?
-¿Echa de menos su antigua vida?
-¿Es verdad que los estudios son más sencillos y fáciles cuando se ama a Dios?»
El perdón es la cuestión que te parece más complicada:
«-¿Cómo hay que perdonar?
-¿No llega un momento en que uno se harta de perdonar?
-Perdonar ¿es olvidarlo todo? ,
-¿Por qué relacionar creer con perdonar?»
Y esta sutil pregunta:
«Si Dios nos ama tal y como somos, ¿por qué tenemos que cambiar?»
Pero lo que más te preocupa es la incompatibilidad que tú crees descubrir entre el amor a Dios y el amor a los demás. El a Dios te parece que se opone a la ternura humana. Le da una serie de preguntas, que denotan tu preocupación:
-¿Amó usted a alguien antes que a Dios?
-¿En su vida dedicada a Cristo, queda algún sitio para su vida personal?
-¿Se puede amar a Dios ya alguien más?
-¿Se relaciona usted con otras personas además de hacerlo líos?
-Cuando se ama a Dios, ¿hay que permanecer célibe?
-¿Amaría igual a Dios si estuviese casado?
-¿Pueden compararse el amor de Dios y el amor humano?
-¿Cree usted que no hay ningún amor comparable al de Dios?
Te respondo, amigo mío. Que la alegría y la paz son las antes de un corazón enamorado, no necesita demostración. Amar a Dios produce la serenidad de la confianza que del abandono entre las manos del Padre, allí donde ningún miedo, por muy profundo que sea, puede atacarnos. Este mensaje de Charles de Foucauld. Es evidente que pueden, momentos malos, pero la fe está ahí para calmarnos en los salmos, Dios es la roca sólida y fiable. Apoyados corazón, los malos tragos desaparecen y se funden como a al fuego. No piensen en una emoción superficial o en alegría extraordinaria. Se trata de una profundidad mucho más bella que estos escalofríos momentáneos y superficie .La paz de Dios no aturde como las contorsiones o los decibelios de tu rock. Tampoco hace olvidar, sino que ayuda a ir las dificultades de la existencia.
Mientras uno está enamorado, no quiere regresar a la vida, anterior, anclada en el sin-sentido, en la esclavitud del pecado a huida de la droga. Pero el contraste entre el antes y el es existe, aunque el antes no fuese tan disoluto. La gran verdad es, en efecto, el descubrimiento de la gran ternura de que nos saca de la morosidad, de la rutina, del egoísmo y aburrimiento que se desprende de un universo estrecho le se puede ser un gran VIP y no tener amor en el corazón. Lo que lo cambia todo es la oración de cada día y de cada momento. Ella permite, cerrando los ojos un momento, saber queridos del Padre. y la susodicha operación se puede )comenzar las veces que se quiera. Lee el salmo 139. Es la oración del creyente que se descubre rodeado por todas partes su Señor.
Esta maravilla no se descubre de golpe y porrazo, y hay profundizar continuamente en ella. La fe no consiste en conservar un tesoro, sino en la acogida siempre renovada de un flujo amoroso que nos sobrepasa y que no deja de invadirnos. Aunque encuadres el certificado de tu bautismo y lo cuelgues en las paredes de tu casa, eso no quiere decir que tu bautismo dé frutos en tu corazón. No se pertenece a Cristo como aquel que pertenece a una asociación con su correspondiente carnet de socio. Estamos injertados en Cristo y su vida no deja de alimentarnos. No estás inscrito en un registro, sino incorporado a una persona. Por eso, en vez de ser una mancha de tinta que va perdiendo su color, eres un miembro que crece.
Pero todo eso no te impide cometer pecados, porque eres débil y el mundo te solicita. Aunque hayas hecho enormes progresos en tu vida, no estás blindado. Eso sí, crees, por encima de todo, en la misericordia de tu Dios y recibes el sacramento del perdón siempre que lo necesitas. Esto lo cambia todo. y no me digas que se trata de una facilidad. Nadie se hace una herida pensando que es fácil curarla. En tal caso, se estaría actuando como el niño que no duda en manchar su chándal contando con el detergente milagroso utilizado por su madre. El chándal es un objeto inerte e insensible a la mancha; pero el corazón de Dios está vivo y es infinitamente sensible a nuestras faltas de amor. El perdón divino nos alegra, o si somos leales, también tiene que confundirnos, porque, una vez más, y a pesar de nuestras promesas, hemos herido al Señor. Es lo que Pablo llama la «tristeza según Dios» (2 Corintios 7,10). El enamorado también cae, pero nunca peca con desenvoltura, diciéndose que Dios es bueno y que, al final, por mucho que se peque, lo perdona todo. El enamorado de Dios implora con humilde confianza: «¡No permitas me separe de ti!». Una oración dulce, pero nada confortable. ¡Rézala y verás!
En el perdón recibido el cristiano encuentra la fuerza para perdonar a su vez. De lo contrario, su falta de lógica seria monstruosa (Mateo 18,23-35). No es posible rezar a Dios Padre misericordioso sin hacer misericordia (Mateo 6,14). El perdón no te exige olvidar, ni hacerte insensible, ni abrazarte al cuello de tu «enemigo». Te exige desearle el bien, todo el bien que Dios quiere para él (incluida su conversión, si la necesita. Se trata, pues, de no odiarle, ni de olvidarle cortando los puentes con él. Haz como yo. Reza todos los días de manera especial por todos aquellos a los que más te cuesta amar o por aquellos a los que no les resulta fácil amarte. Es algo tremendamente liberador. Y ten en cuenta que el perdón no es un detalle facultativo: el perdón es lo más divino (Lucas 7,49). Al hacerte compartir esta difícil actitud, el Padre te cree realmente capaz de ser su hijo. Además, la vida es corta y disponemos de muy poco tiempo para amar. ¡No lo malgastes odiando!
Sí, Dios nos ama tal y como somos, pero sin hacerse cómplice de nuestras enfermedades. Nos da la mano allí donde nos encontremos, pero para hacernos caminar, sin aprobar nuestras deficiencias. Hay que tener cuidado al hablar de que nos ama como somos, porque es una frase ambigua a la que se le puede hacer decir cualquier cosa. No arrastres al Señor hacia ti. Déjate arrastrar por El. No le hagas cargar con tus pecados ni con tus malas tendencias. Por el contrario, si te encuentras desolado por tus enfermedades, la pesadez de tus instintos, tus taras o tus pecados repetidos, no te desanimes y ten la suficiente humildad como para dejarte querer por el Padre. La desesperación puede ser un acto de orgullo, de un orgullo sutil. ¡Deja a Dios hacer su trabajo! ¡No quieras ocupar su sitio! ¡No es nada fácil!
Sí, amigo, saberse amado por Dios transfigura la existencia. Tú hablas de una mayor facilidad en los estudios, pero es verdad ante cualquier trabajo o ante cualquier impotencia para poder trabajar (estoy pensando en los enfermos, por ejemplo). El amor no resuelve todas las dificultades, pero impide crisparse, desesperarse, angustiarse y mandar todo a paseo amor es la certeza de una ternura extraordinaria y más fuerte todo. Es abandonarse entre sus brazos.
El último lote de tus preguntas me hace pensar en el Polyeucte de Corneille. Se trata de un hombre que corre hacia el martirio olvidándose de Pauline, la mujer que tanto ama. y le dice, con dolor, refiriéndose al Dios de los cristianos «¿no se puede amar a nadie para entregarse a Él?»
Me da la sensación de que exageras un poco el asunto… Vuelvo a repetirte algo que vengo diciendo desde el principio libro. No hagas de Dios un ser entre otros seres, aunque el Ser por excelencia. No le incluyas en la serie. De lo contrario, le convertirás en el rival de los afectos más legítimos y le asignarás unos celos que nada tienen que ver con los celos de que habla la Biblia (Deuteronomio 4,24). El Señor está celoso de que el hombre ame a los ídolos, pero no de que ame a sus hermanos. Se irrita al verte llamar dios a lo que no es Dios, de oírte dar el título de señor a otro (Mateo 6,24). Y como no es posible tener dos absolutos, tienes que escoger. Pero esta decisión no te impedirá querer a los hombres. Al contrario, te dirá que los ames a todos sin excepción (Mateo 5,43-47) y les perdones setenta veces siete (Mateo 18,21-22). ¡Estás atrapado! El Señor no es el enemigo del hombre. Si estás enamorado de Dios, nadie te prohíbe que te cases; pero te puedes dispensar de casarte, si ésa es tu vocación. La ternura que das a tu pareja no se la robas a Dios, y la que das a tu Señor en el celibato no se la robas tampoco a tus hermanos pobres que esperan tu servicio. Una cosa no tiene que ver con la otra. Quizá comentes: «¡de buena me he librado! Por seguir a Jesús, estuve apunto de no casarme. Ahora recupero mi libertad y podré amar a mi prometida en la autonomía más absoluta.» no tan deprisa, amigo. Vas a poder y a deber amar a tu esposa como Cristo ama a su Iglesia (Efesios 5,25), haciendo de tu matrimonio el sacramento de la Alianza. La exigencia recae totalmente sobre 1a calidad de vuestra ternura, que no puede ser una ternura de pacotilla. Ya ves, tenías miedo de no poder amar; y ahora temes… tener que amar por encima de tus pequeñas posibilidades. Jesús le ha dado la vuelta a tus pretensiones
Pero, tranquilízate, porque también te da. el Espíritu Santo para poder llegar a ese ideal.
De todas formas, tanto para los célibes como para los casados, hay una preferencia absoluta debida a Dios: el martirio. Ante esto, nada tiene valor. La pequeña Inés, en Roma, tuvo que abandonar a sus padres. Tomás Moro, en la torre de Londres, tuvo que resistir a las súplicas de su mujer y de su hija. Pero morir por Cristo no les obligaba a romper con los suyos: Inés y Tomás les dieron cita en la eternidad.
¿Es necesario creer en Cristo para encontrar sentido a la vida?
Tus preguntas:
«-¿Qué sentido dan a su vida los que no creen?
-¿Para ser feliz hay que ser creyente?
-¿Hay que ser un super-creyente para amar a los disminuidos?».
Cuando yo era joven, algunos cristianos acomplejados pasaban su tiempo diciendo que no sólo la fe no era necesaria, si no que, además, los no creyentes eran superiores a los creyentes, y los no practicantes a los practicantes. Superiores en materia moral, por supuesto, y especialmente en entrega y compromiso.
Afortunadamente, nunca caí en tal especie de mala conciencia, que tiene la virtud de horripilarme; y tampoco creo que este sea el sentido de tus interrogantes. Tal vez lo que te pasa es que estás convencido de lo que aporta la vida cristiana y lo único que quieres hacer, para terminar con cualquier resquicio de duda, sea la prueba inversa. Además, seguramente conoces a increyentes admirables (yo también).
Cuando uno está orgulloso de su fe y de su Iglesia no siente celos cuando ve que el bien se realiza en otra parte. Porque el evangelio nos muestra que Dios está presente desde siempre todo el mundo. El universo no es, pues, un No God´s Land. «¿Por qué Dios está presente en su vida, mientras que no aparece en sociedad?», me preguntas. Tal vez Dios sea negado, y está ciertamente olvidado, pero no por eso deja de estar presente en la sociedad. Por eso me alegro de todo el bien que se hace en pro de los desfavorecidos. Me horroriza el bien etiquetado confesionalmente («somos los mejores») o recuperado políticamente («vótennos»). Sin embargo, también yo me planteo algunas preguntas.
En primer lugar, cuando la gente dice que no cree en Dios, ¿de qué «Dios» está hablando? ¿Lo pueden precisar? Cuando aceptan hacerlo, les hago caer en la cuenta que ese «Dios» no es el mío y que, desde ese punto de vista, yo soy tan ateo como ellos. ¡Algo que ya hacían los primeros cristianos!
Además, y sin que esto suene a orgullo, estoy convencido de que la Iglesia cumple en el mundo una función saludable, incluso para los que no forman parte de ella. La Iglesia reza por ellos y les ama. Y todas las gracias que bajan a la tierra pasan por sus manos de esposa, de intendente. Este es el sentido exacto del viejo adagio: «fuera de la Iglesia no hay salvación». No quiere decir que, «como no eres de los nuestros, no vales nada ni tienes nada que hacer«. Lo que quiere decir es lo siguiente: «todo lo que tienes y todo lo que vales te ha sido o por el Señor a través de su Iglesia». Y llevar a cabo este servicio que se nos ha confiado no puede ser para nosotros motivo de vanidad, pero tampoco de vergüenza.
También creo que, con su presencia, la Iglesia juega un papel fundador y sanitario. Fundador, porque los valores morales más humanos no pueden subsistir durante mucho tiempo fuera del marco religioso. Algo, por otra parte, puesto relieve por no creyentes como Sartre y Monod. El mejor ejemplo de ello es la destrucción acelerada de la familia. Y también juega la Iglesia un papel sanitario, porque su misión -no sólo la de los obispos, sino también la de los laicos competentes- es sanar la sociedad en la medida de sus posibilidades. Sobre este importante punto volveremos más adelante.
Dicho esto, es evidente que yo no soy el Buen Dios. Ignoro lo que pasa en el fondo del corazón de cada uno. No sé cómo se alimentan de convicciones morales los no creyentes. Tampoco sé cómo llegan a ser felices y hasta qué punto, dejando subsistir en su corazón vacíos tan gigantescos como el del más allá, por ejemplo. No sé cómo viven las dificultades y la muerte, y cómo son capaces de perdonar. A pesar de sus virtudes, les falta el conocimiento de Jesucristo, algo importante si juzgo por mi experiencia personal. Me da pena que sus valores, recibidos de Dios como todo don, les hagan volverse orgullosamente contra un cielo inútil, en una actitud arrogante y desafiante, como la que tuvieron algunos miembros eminentes del paganismo antiguo como Marco Aurelio.
Por eso, reconocer los valores vividos por los no creyentes no me impide evangelizar; al contrario, porque el Evangelio es la capa freática de la que brotan todas las fuentes.

EL Amor , es lo mas Grande !!!

195Queridos hermanos, debemos tener mucho cuidado con estas actitudes. Sí, debemos leer y meditar la Biblia, y debemos amar mucho este libro. Pero no debemos dejar a un lado lo más grande que nos enseña la Biblia: “el amor a Dios y el amor al prójimo”.
En esta carta les quiero hablar acerca de este tema central de la Biblia, quiero que leamos juntos las páginas más hermosas de este libro sagrado, pero también estoy consciente de que es el mandamiento más difícil de cumplir.
1. No a la hipocresía:
No basta conocer la Biblia de memoria; el demonio conoce la Biblia mejor que todos nosotros y era capaz de discutir con el mismo Jesús lanzándole textos bíblicos (Mt. 4, 1-11). Pero el demonio no ama y por eso está lejos de Dios. ¿De qué me sirve conocer la Biblia entera si no tengo amor? ¡De nada me sirve!
2. No basta tener fe sin tener obras de amor:
“No olvides que también los demonios creen y, sin embargo, tiemblan delante de Dios” (Sant. 2, 19). La fe sin el amor es una fe muerta. ¿No dijo el apóstol Pablo que «la fe se hace eficaz por el amor» (Gal. 5, 6)?
3. No basta decir: “Señor, Señor”
El que dice que ama a Dios y luego habla mal del prójimo es un mentiroso. Y el que no ama no conoce a Dios (1Juan 4, 20). Dice Jesús: “No todos los que dicen Señor, Señor, van a entrar en el reino de los cielos, sino los que hacen la voluntad de mi Padre Celestial” (Mt. 7, 21).
4. No bastan las apariencias.
No basta ser un hombre muy devoto y cumplir con las oraciones y pagar los diezmos… y luego criticar al otro que piensa distinto.
Los fariseos de la Biblia eran hombres sumamente devotos, muy observantes de la ley y pagaban estrictamente los diezmos, pero no olvidemos que fueron precisamente estos hombres devotos los que hicieron sufrir mucho a Jesús y finalmente lo llevaron a la muerte en la cruz.
5. “Si yo no tengo amor, yo nada soy” (1 Cor. 13, 2)
Si yo no tengo amor de nada me sirve estudiar la Biblia, de nada me sirve ir al templo y hacer largas oraciones y vigilias nocturnas.
Dios es amor, y el que no ama no está en Dios (1 Juan 4, 7). ¡Lo más grande de nuestra religión es el Amor!
6. El que ama a Dios, ama al prójimo
Un día un maestro de la ley se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el prime-ro de todos los mandamientos?”
Jesús le contestó: “El primer mandamiento es: Oye, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama pues al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el primer mandamiento. Y el segundo es parecido, y es: Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo. No hay otro mandamiento más importante que éstos” (Mc. 12, 28-31).
7. ¿Por qué es éste el mandamiento más grande?
Simplemente porque DIOS ES AMOR. El amor viene de Dios. Todo el que tiene amor es hijo de Dios y conoce a Dios. El que vive en el amor vive en Dios y Dios vive en él (1 Jn. 4, 7-16).
El amor de Dios consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio por nuestros pecados (1 Jn. 4,10).
La prueba más grande de amor nos la dio Jesucristo. El se entregó por amor a nosotros y derramó hasta la última gota de su sangre por nosotros. Ojalá que podamos comprender cada vez más «cuán ancho, largo, profundo y alto es el amor de Cristo. Que conozcamos este amor» (Ef. 3, 18-19), y que seamos imitadores de este amor.
8. No seamos mentirosos
Pero si alguno dice: “Yo amo a Dios” y al mismo tiempo odia a su hermano al cual ve, tampoco puede amar a Dios, al cual no ve (1 Jn. 4, 20). Si alguno dice que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. El que odia a su hermano vive y anda en la oscuridad, y no sabe a dónde va, porque la oscuridad lo ha vuelto ciego (1 Jn. 2, 9-10).
Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida, y lo sabemos porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama a su hermano, sigue muerto. Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben que ningún asesino puede tener vida en su corazón (1 Jn. 3, 14-15).
9. Amémonos unos a otros.
Algunos piensan que el amor al prójimo es solamente amar a sus amigos o sus hermanos, y que pueden “guardar rencor a su enemigo”, como en el Antiguo Testamento (Lev. 19, 18). Pero Jesús nos dice otra cosa: “Tengan amor para sus enemigos, bendigan a los que les maldicen, hagan bien a los que les odian, oren por los que les insultan y les maltratan… Pues si ustedes aman solamente a los que les aman a ustedes, ¿qué premio van a recibir por eso? Hasta los pecadores hacen eso. Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué de bueno hacen?, pues hasta los que no conocen a Dios hacen eso” (Mt. 5, 44-47).
Queridos hermanos, este amor al prójimo que Jesús nos pide no es nada fácil. Pero los que tratan de amar así, serán llamados hijos de Dios (Mt. 5, 45). El verdadero discípulo de Cristo debe ver en cada hombre a su hermano: “Bendigan a los que les maltratan. Pidan para ellos bendiciones y no maldiciones” (Rom. 12, 14). “Cada vez que podamos, hagamos bien a todos” (Gal. 6, 10). Si amamos de verdad, Dios mismo llena nuestro corazón con su amor (Rom. 5, 5), y este amor nos empuja a amar a todos los hombres, a no ofender al prójimo (Mt. 5, 21-30), a ser sinceros con todos (Mt. 5, 33-37), a renunciar a la venganza, a hacer el bien a todos (Mt. 5, 43-48), a no condenar a nadie (Mt. 7, 1), a amar con obras (Mt. 7, 12).
10. La fe y las obras
Escuchemos lo que dice el apóstol Santiago, cap. 2, 14-20: “Hermanos míos, ¿de qué sirve que alguien diga que tiene fe, si no hace nada bueno? ¿puede acaso salvarlo esa fe? Supongamos que a algún hermano o hermana le faltan la ropa y la comida necesaria para el día, y que uno de ustedes le dice: ´Que te vaya bien; tápate del frío y come´, pero no le da lo que necesita para el cuerpo; ¿de qué sirve eso? Así pasa con la fe, si no se demuestra con lo que la persona hace, la fe por sí sola es una cosa muerta”.
Pero tal vez alguien dirá: “Tú tienes fe, y yo hago bien. Muéstrame, pues, tu fe aparte del bien que haces, y yo te mostraré mi fe por medio del bien que hago. Tú tienes fe suficiente para creer que hay un solo Dios, y en esto haces bien; pero también los demonios creen eso, y tiemblan de miedo. Pero ¿no quieres reconocer que si la fe que uno tiene no se demuestra con el bien que hace, es una fe muerta?”.
11. Jesucristo juzgará nuestras obras
Leemos en Mateo 25, 31-46: Aquel día el Hijo del hombre nos va a juzgar, no sobre nuestra fe, no nos juzgará sobre nuestros conocimientos bíblicos, no nos juzgará sobre nuestras vigilias en el templo, no nos juzgará sobre los diezmos…
El Hijo del hombre se sentará en su trono y separará a los unos de los otros y a los que estarán a su derecha les dirá: “Vengan ustedes, los que han sido bendecidos de mi Padre, reciban el Reino que está preparado para ustedes, pues tuve hambre y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; anduve como forastero y me dieron alojamiento… En verdad les digo que cualquier cosa que hicieron por uno de estos mis hermanos, por humilde que sea, a mí me lo hicieron”.
Queridos hermanos:
Jesucristo se identifica con los pobres, los marginados, los enfermos, los encarcelados de nuestro tiempo. Ahí encontramos el rostro de Cristo, y ¿cuántas veces hemos despreciado este rostro? Y cuando dejamos de hacer el bien con uno de estos más pequeños, también con Jesús dejamos de hacerlo.
Meditando estos textos sobre el mandamiento más importante de la Biblia, muchas veces pienso que nosotros los cristianos debemos sentirnos avergonzados, puesto que con nuestras discusiones sobre religión y nuestras divisiones somos un escándalo para todo el mundo y faltamos gravemente al mandamiento del amor. A veces me da la impresión de que hasta ahora no hemos hecho nada y que debemos aprender de nuevo a ser obedientes a la voz de Cristo: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo, ustedes deben amarse también los unos a los otros” (Jn. 13, 34).
No nos desanimemos, pero comencemos ahora con la práctica del amor, el amor verdadero a Dios y al prójimo.
El himno al amor
Para terminar, hermanos, leamos juntos el cántico del amor que escribió San Pablo para los que buscaban en aquel tiempo los dones del Espíritu Santo. Aquellos cristianos que ansiaban el don de lenguas, el don de profecía, el don del profundo conocimiento, el don de la fe, pero, sin darse cuenta, muchos se olvidaron del camino más excelente para encontrarse con Dios: el camino del amor.
“Si yo hablo en lenguas de hombres y de ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un tambor que resuena o un platillo que hace ruido. Si yo doy mensajes recibidos de Dios y conozco todas las cosas secretas, tengo toda clase de conocimientos y tengo toda la fe necesaria para cambiar los cerros de lugar, pero no tengo amor, yo nada soy. Si reparto todo lo que tengo y si entrego hasta mi propio cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me sirve. El que tiene amor tiene paciencia, es bondadoso, no es presumido ni orgulloso, no es grosero ni egoísta… no se alegra del pecado de los otros sino de la verdad. Todo lo soporta con confianza, todo lo espera con paciencia. El amor nunca muere” (1 Cor. 13, 1-8).
Coplas por el Amor
Querer sólo por querer
es la fineza mayor,
el querer por interés
no es fineza ni es amor.
En aquella santa Cena
dijo el divino Maestro
el que quiera ser mayor
que tome el último asiento.
Ni los clavos ni el madero
me tienen crucificado,
sino sólo tu pecado
y lo mucho que te quiero.
b) La Cruz en el pecho
Queridos hermanos:
Tengo la costumbre de andar con una pequeña cruz de madera en el pecho. Amo esta cruz porque Jesucristo salvó al mundo por este signo. Además, como hermano-religioso y ministro de la Iglesia Católica, quiero mostrar así mi entrega total a Jesús, mi Maestro.
Pero pasa, a veces, que cuando me ven los hermanos evangélicos con esta cruz en el pecho, comienzan a criticarme y me echan en cara que así estoy crucificando a Cristo; otros me dicen que soy idólatra, y que soy un condenado con el patíbulo pegado en el pecho; y por último no faltan los que hasta me quieren prohibir hacer la señal de la cruz o persignarme.
No entiendo por qué algunos se ponen tan fanáticos, o por qué se escandalizan frente a una cruz colgada en el pecho…
Bueno, no importa lo que piensan ellos de mí, pero sigo llevando esta cruz en el pecho porque es para mí un símbolo de la fe que llevo en mi corazón, esta fe en Cristo crucificado y resucitado.
A los que piensan que soy idólatra les recomiendo que lean atentamente la carta que escribí acerca de los verdaderos ídolos de este mundo moderno.
Ahora, queridos hermanos, les voy a hablar sobre la grandeza de la cruz de Cristo, y cómo el Señor invitó a sus verdaderos discípulos a cargar su cruz y seguir sus pasos. Ojalá que tengan la paciencia de consultar todos los pasajes bíblicos que les voy a citar. Creo sinceramente que nuestros hermanos evangélicos, al no leer toda la Biblia, sólo por ignorancia llegan a prohibir estas cosas.
La cruz de Jesucristo
Jesús murió crucificado, y su cruz, juntamente con su sufrimiento, su sangre y su muerte, fueron el instrumento de salvación para todos nosotros. La cruz no es una vergüenza, sino un símbolo de gloria, primero para Cristo, y luego para los cristianos.
1. El escándalo de la Cruz
“Nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos” (1Cor. 1, 23). Con estas palabras, el apóstol Pablo expresa el rechazo espontáneo de todo hombre frente a la cruz.
En verdad uno se pregunta: “¿Cómo podía venir la salvación al mundo por una crucifixión? ¿Cómo puede salvarnos aquel suplicio reservado a los esclavos? ¿Cómo podría venir la redención por un cadáver, por un condenado colgado en el patíbulo, por una muerte tan cruel como la de un malhechor?… ( Deut. 21, 22; Gal. 3,1).
Cuando Jesús anunciaba su muerte trágica en la cruz a sus discípulos, ellos se horrorizaban y se escandalizaban. No podían tolerar el anuncio de su sufrimiento y de su muerte en la cruz (Mt. 16, 21; Mt. 17, 22).
Así, la víspera de su pasión, Jesús les dijo que todos se escandalizarían a causa de El. (Mt. 26, 31). Y en verdad, a raíz de una condena injusta, Jesús fue crucificado y murió en forma escandalosa.
2. El misterio de la Cruz
Jesús nunca dulcificó el escándalo de la cruz, pero sí nos mostró que su crucifixión ocultaba un profundo misterio de vida nueva. El camino de la salvación pasó por la obediencia de Jesús a la voluntad de su Padre: “Jesús fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz» (Fil. 2, 8). Pero esta muerte fue «una muerte al pecado”. A través de la debilidad de Jesús crucificado se manifestó la fuerza de Dios (1Cor. 1, 25). Si Jesús fue colgado del árbol como un maldito, era para rescatarnos de la maldición del pecado (Gál. 3, 13). Su cadáver expuesto sobre la cruz permitió a Dios “condenar la ley del pecado en la carne” (Rom. 8, 3).
Además, «por la sangre de la cruz» Dios ha reconciliado a todos los hombres (Col. 1, 20), y ha suprimido las antiguas divisiones ente los pueblos causadas por el pecado (Ef. 2, 14-18). En efecto Cristo murió “por todos” (1Tes. 5, 10) cuando nosotros aún éramos pecadores (Rom. 5, 6), dándonos así la prueba suprema de amor. (Jn. 15, 13 y 1Jn. 4, 10). Muriendo «por nuestros pecados» (1 Cor. 15,3 y 1 Ped. 3,18), nos reconcilió con Dios por su muerte (Rom. 5, 10), de modo que podemos ya recibir la herencia prometida (Heb. 9, 15).
3. La cruz, elevación a la gloria
La cruz se ha convertido en un verdadero triunfo por la Resurrección de Cristo. Solamente después de Pentecostés, los discípulos, iluminados por el Espíritu Santo, quedaron maravillados por la gloria de Cristo resucitado y luego ellos proclamaron por todo el mundo el triunfo y gloria de la cruz.
La cruz de Cristo, su muerte y resurrección han destruido para siempre el pecado y la muerte. El apóstol Pablo nos canta en un himno triunfal:
“La muerte ha sido destruida en esta victoria.
Muerte ¿dónde está ahora tu victoria?
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?
El aguijón de la muerte es el pecado.
Pero, gracias sean dadas a Dios,
que nos da la Victoria
por Cristo Jesús
Nuestro Señor”

(1 Cor. 15, 55-57)
Escribe también el apóstol San Juan:
“Así como Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto (signo de salvación en el Antiguo Testamento), así también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todo aquel que crea, tenga por El vida eterna” (Jn. 3, 14-32).
Y dijo Jesús: “Cuando Yo haya sido levantado de la tierra, atraeré a todos a mí” (Jn. 12, 32).
La suerte de Cristo crucificado y resucitado será, entonces, la suerte de los verdaderos discípulos del Maestro.
4. La cruz de Cristo y nosotros
En aquel tiempo Jesús dijo: “Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame” (Mt. 16, 24). Eso quiere decir que el verdadero discípulo no sólo debe morir a sí mismo, sino que la cruz que lleva es signo de que muere al mundo y a todas sus vanidades (Mt. 10, 33-39). Además el discípulo debe aceptar la condición de perseguido, perdonando, incluso, al que quizá le quite la vida (Mt. 23, 34).
Así para el cristiano llevar su cruz y seguir a Jesús es signo de su gloria anticipada: “El que quiere servirme, que me siga, y donde Yo esté, allá estará el que me sirve. Si alguien me sirve, mi Padre le dará honor” (Jn. 12,26).
5. El cristiano lleva una vida de crucificado
La cruz de Cristo, según el apóstol Pablo, viene a ser el corazón del cristiano. Por su fe en el Crucificado, el cristiano ha sido crucificado con Cristo en el bautismo, y además ha muerto a la ley del Antiguo Testamento para vivir para Dios.
“Por mi parte, siguiendo la ley, llegué a ser muerto para la ley a fin de vivir para Dios. Estoy crucificado con Cristo, y ahora no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Gál. 2,19-20).
Así el cristiano pone su confianza en la sola fuerza de Cristo, pues de lo contrario se mostraría “enemigo de la cruz”. “Porque muchos viven como enemigos de la cruz de Cristo” (Fil. 3, 18).
6. La Cruz, título de gloria del cristiano:
En la vida cotidiana del cristiano, “el hombre viejo es crucificado” (Rom. 6, 6) hasta tal punto, que quede plenamente liberado del pecado. El cristiano diaria-mente asumirá la sabiduría de la cruz, se convertirá, a ejemplo de Jesús, en humilde y “obediente hasta la muerte y muerte de cruz”.
No debemos temer llevar una cruz en el pecho ni menos colocar un crucifijo en la cabecera de nuestra pieza. Sí debemos temer “la apostasía” o la traición a la verdadera religión que sería lo mismo que crucificar de nuevo al Hijo de Dios (Heb. 6, 6).
El verdadero cristiano con la cruz en la mano debe exclamar: «En cuanto a mí, quiera Dios que me gloríe sólo en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo» (Gál. 6, 14).
Consideraciones finales
1. En la cruz de Cristo encontramos como un compendio de la verdadera fe cristiana y por eso el pueblo cristiano con profunda fe ha encontrado miles y miles de formas para expresar su amor a Cristo crucificado. Espontáneamente la religión del pueblo ha reproducido por doquier, en pinturas y esculturas, cruces de distintas formas. El creyente ha colocado cruces sobre los cerros, en el techo de sus casas, etc. el cristiano se persigna para proclamar su fe en la gloria de Cristo; el discípulo fiel se coloca la cruz en el pecho para anunciar la fe que lleva en el corazón…
2. Estas expresiones populares no son de ninguna manera idolatría como pretenden algunos hermanos evangélicos. Es realmente una auténtica expresión de fe y de amor a Cristo que murió por nosotros. ¡Qué hermoso cuando uno entra en una familia cristiana y ve cómo la cruz de Cristo tiene un lugar privilegiado en el hogar! ¡Qué profunda fe se expresa cuando un cristiano hace, con sentimientos de reverencia, la señal de la cruz! Es muy fácil y barato burlarse de estas expresiones populares de fe. Pero tales ironías son faltas graves al respeto y al amor al prójimo, tales burlas son simplemente signos de una atrevida ignorancia.
3. Y ¿qué decir de la cruz en el pecho? Si alguien -sacerdote, religiosa o laico- lleva una cruz en el pecho con fe y amor, con sentimientos de reverencia, nadie tiene el derecho de reírse de esta persona. ¿Quién eres tú para juzgar y criticar los auténticos sentimientos religiosos del pueblo? Sólo Dios sabe escudriñar lo más íntimo de nuestros corazones.
4. Por último, una palabra acerca del crucifijo. Cuando sobre la cruz se coloca la imagen de Cristo, llamamos al conjunto “crucifijo”. No se adora el madero, sino que el cristiano ve a Cristo muerto en ella. Tener un crucifijo no es ninguna idolatría. Es un signo de amor a Cristo.
Nunca la Iglesia ha enseñado a adorar cruces, sino a adorar a Cristo que en ella murió. Sí, la Iglesia nos invita a venerar estos signos de fe. También nos enseña la Iglesia que nadie debe llevar una cruz en el pecho si no tiene al menos la intención sincera de seguir las huellas de Jesucristo. Menos debemos llevar una cruz como un simple amuleto o como un adorno para lucirse.
El amor al Señor que murió en la cruz hace que frecuentemente se hayan hecho crucifijos de materiales preciosos, pero en nuestros días la Iglesia vuelve a preferir un crucifijo simple y rústico, más realista y expresivo.
Queridos hermanos, éstas son las razones por las que nosotros los católicos veneramos y honramos la santa Cruz con sumo respeto. Y cuando nosotros llevamos una cruz en el pecho, siempre debemos acordarnos de las palabras del apóstol San Juan:
En cuanto a mí,
no quiere Dios que me gloríe
sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo,
por quien el mundo está crucificado para mí
y yo para el mundo». (Gál. 6, 14).
«Que nadie, pues, me venga a molestar.
Yo, por mi parte, llevo en mi cuerpo
las señales de Jesús”

(Gál. 6, 17).