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La Cena del Señor , en la biblia

LA MISA ESTA EN LA BIBLIA ¡¡ ENTERATE AQUI .

Por : Pablo no importa

 

Días atrás, un evangélico me cuestionaba la Santa Misa, aduciendo que en ella nosotros nos reunimos en nombre del Papa y de la Santísima Virgen María. En virtud de ello, realicé este pequeño trabajo para explicarle de alguna manera sencilla que es la Misa y que es lo que comprende. Espero les sea de utilidad.

REUNIDOS EN EL NOMBRE…

Muchos hermanos separados, por ignorancia algunos, por mala fe otros, sostienen que la Misa (Eucaristía, Cena del Señor) que celebramos los católicos, es un invento. Incluso hay quienes alegan que los Católicos nos reunimos en el nombre del Papa y en el nombre de María y que en la Misa no se lee la Palabra de Dios.
Cuánta ignorancia y cuanta malicia en estas palabras. Realizar semejantes afirmaciones, responde únicamente al odio con el que son adoctrinados y con la ignorancia a las que son sumidos en sus sectas a fin de mantenerlos en el rebaño.
Pero hagamos un recorrido por la Misa a fin de dar a conocer y de instruir a estas pobres almas presas de sus “líderes” que solo les implantan odio y desconocimiento.

S=sacerdote
R=respuesta

Entrada y saludo inicial.
S: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
R: Amén.
S: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con vosotros.
R: Y con tu espíritu.
En el nombre de…
“En nombre de…” significa dedicación total, una consagración total.
Mt 18,20 Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»
Hch 20,7 El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para la fracción del pan, Pablo, que debía marchar al día siguiente, conversaba con ellos y alargó la charla hasta la media noche.
Jn 20,19 Ese mismo día, el primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la tarde con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se puso de pie en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”
2Co 13,14 La gracia de Cristo Jesús, el Señor, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes.

Acto penitencial.
S: Para celebrar dignamente estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados.
R: Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
S: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R: Amén.
Stg 5,16 Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder.
Hch 3,19 Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados,
Efe 6,18 siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos,
Luc 18:13-14 En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!” Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»

Liturgia de la Palabra
Se ha distribuido la liturgia de la Palabra en tres ciclos -años- (A, B, C), de tal modo que si vas todos los días a misa durante tres años, escucharás la proclamación de los evangelios casi íntegros, buena parte de las epístolas y una cantidad notable del Antiguo Testamento. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, toda la Escritura.
En la primera y segunda lectura según corresponda, se leen el Antiguo Testamento, las cartas de los apóstoles, hechos de los apóstoles y los salmos.
Al final de la 1ª y 2ª lectura el lector dice: Palabra de Dios.
R: Te alabamos, Señor.
Lectura del Evangelio según corresponda al año litúrgico
S: (Al inicio) El Señor esté con vosotros.
R: Y con tu espíritu.
S: Lectura del Santo Evangelio, según San…
R: Gloria a ti, Señor.
S: (Al final) Palabra del Señor.
R: Gloria a ti, Señor Jesús.
Presentación de las ofrendas.
S: (Pan) Bendito seas, Señor… será para nosotros pan de vida.
R: Bendito seas por siempre, Señor.
S: (Vino) Bendito seas, Señor… será para nosotros bebida de salvación.
R: Bendito seas por siempre, Señor.
S: Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
R: El Señor reciba de tus manos este sacrificio para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
Mal 1,11; Jn 6,35-58; 1Co 11,27; 1Co 11,29; Lc 22,19; Mt 26,26-28.

Plegaria eucarística.
S: El Señor esté con vosotros.
R: Y con tu espíritu.
S: Levantemos el corazón.
R: Lo tenemos levantado hacia el Señor.
S: Demos gracias al Señor nuestro Dios.
R: Es justo y necesario.
S: (Proclama el Prefacio correspondiente al día).
R: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo. Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.
Isa 6,3 Y se gritaban el uno al otro: «Santo, santo, santo, Yahveh Sebaot: llena está toda la tierra de su gloria.»
Apo 4,8 Los cuatro Vivientes tienen cada uno seis alas, están llenos de ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin descanso día y noche: «Santo, Santo, Santo, Señor, Dios Todopoderoso, “Aquel que era, que es y que va a venir”.»
Mt 21,9 Y la gente que iba delante y detrás de él gritaba: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!»
Mc 11,10 ¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!»
Jn 12:13 tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando: «¡ Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, y el Rey de Israel!»
Después de la consagración.
S: Éste es el Sacramento de nuestra fe.
R: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
1Co 11,26 Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga.
Final de la plegaria eucarística.
S: Por Cristo… todo honor y toda, gloria, por los siglos de los siglos.
R: Amén.

Rito de la comunión.
(Recitación del Padrenuestro)
R: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
S: Líbranos… esperamos la venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo.
R: Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Mt 6,9 «Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
Rito de la paz.
S: Señor Jesucristo… vives y reinas por los siglos de los siglos.
R: Amén.,
S: La paz del Señor esté siempre con vosotros.
R: Y con tu espíritu.
S: Daos fraternalmente la paz.
(Según sea la costumbre, se intercambia un signo de paz con los más cercanos).
R: Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros (se repite dos veces). Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
Jn 20,21 Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.»
Lc 24,36 Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.»
Rom 15,33 El Dios de la paz sea con todos vosotros. Amén.
3Jn 1,15 La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda a los amigos, a cada uno en particular.

Comunión de los fieles.
S: Éste es el Cordero de Dios… invitados a la Cena del Señor.
R: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
S: El Cuerpo de Cristo.
R: Amén.
Jn 1,29 Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Mt 8,8 Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.
Lc 7,6 Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo,
Apo 19,9 Luego me dice: «Escribe: Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero.» Me dijo además: «Estas son palabras verdaderas de Dios.»

 

 

 

Rito de conclusión y despedida.
S: El Señor esté con vosotros.
R: Y con tu espíritu.
S: La bendición de Dios todopoderoso… (todos se santiguan) descienda sobre nosotros.
R: Amén.
S: Podéis ir en paz. (Ite Missa est)
R: Demos gracias a Dios.
La Santa Misa en vivir el Evangelio, ya que recorremos y revivimos toda la vida del Señor y su predicación. Recorremos la Palabra de Dios desde Génesis al Apocalipsis.
Y como dijo el ex pastor Scott Han: “La Misa es el Cielo en la tierra”.
Lamentablemente muchos integrantes de estas sectas pseudo cristianas no pueden ver la realidad de la Misa por el odio y la ignorancia a la que son sometidos y solo ven lo que los ojos de su pastor les permite ver.

                                                                                                                                                                                                                                                   Pax et bonum.

Eucaristía ¡ Misterio de luz, Misterio de vida!

Cinco llaves para entrar en la Eucaristía

Autor: J.Leoz | Fuente: Pan y Vida
Cinco llaves para entrar en la Eucaristía
Sentarse, relajarse, olvidarse de lo que nos rodea, lleva a vivir la presencia escondida de Dios.

Cinco llaves para entrar en la Eucaristía
Silencio

El silencio es un poder. Sin él es muy difícil escuchar. Nuestras eucaristías son deficitarias en silencio. Parece como si nos violentásemos por el simple hecho de estar unos segundos sin decir nada.

El silencio es el ruido de la oración.

El silencio, después de la homilía, es interpelación.

El silencio, después de la comunión, es gratitud al Dios por tanto que nos ha dado.

En el silencio se llena todo de nuestras intenciones personales, peticiones o deseos.

La música o el canto, los símbolos y otras cosas secundarias, nunca pueden ser una especie de tapagujeros que hagan más “digerible” la eucaristía. El silencio no es ausencia de…., es cultivar un lugar para que Dios nazca.

Comtemplación

La Eucaristía se hace más sabrosa cuando se la contempla. En el horizonte inmenso todo parece igual, pero cuando los ojos quedan fijos en él, surgen detalles que a simple vista parecían no existir.

Con la Eucaristía ocurre lo mismo. Es un paisaje que puede parecer todos los días igual. Sentarse, relajarse, olvidarse de lo que rodea lleva al alma contemplativa, a la persona contemplativa a vivir una serie de sensaciones que es la presencia escondida de Dios.

Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile que me ayude”. Le respondió el Señor: “Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada”. (Lucas 10, 38-42).

Oración

La oración y la eucaristía van de la mano como la cerradura se acciona con la llave. La eucaristía. El diálogo con Jesús se hace más fecundo después de haber escuchado la Palabra de Dios. Para que la Eucaristía resulte vibrante, no es cuestión de recurrir a la ayuda puntual del ritmo maraquero o guitarrero. En el diálogo de las personas está el crecimiento personal y comunitario. En la oración reside uno de los potenciales más grandes para entender, comprender y vivir intensamente la Eucaristía.

«Cuando oréis, no seáis como los hipócritas que son amigos de rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas, para exhibirse ante la gente. Ya han cobrado su paga, os lo aseguro. Tú, en cambio, cuando quieras rezar, echa la llave y rézale a tu Padre que está ahí en lo escondido; Tu Padre que ve lo escondido te recompensará» (Mt. 6, 5-6).

Caridad

La fuente de la caridad perfecta es la Eucaristía. La fuente de la caridad que nunca se agota ni se cansa es la Eucaristía. En ella contrastamos nuestros personales egoísmos con las grandes carencias que existen en el mundo que nos rodea. Cada día que pasa es una oportunidad que Dios nos da para ofrecer algo o parte de la riqueza material o personal que podemos tener cada uno de nosotros.

Hay dos dimensiones que nunca podemos olvidar al celebrar la eucaristía: la caridad hacia Dios y la caridad hacia los hermanos. Amar a Dios con todo el corazón y con toda nuestra alma es subirse al trampolín, para saltar y amar, aunque se nos haga duro y a veces imposible, a los más próximos a nosotros. Y, esos próximos, ¡qué lejos los tenemos muchas veces del corazón y qué cerca físicamente!

Hoy, de todas maneras, está más de moda mirar horizontalmente al hombre que verticalmente acordarnos de que Dios existe.

«Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, cercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: «Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.» ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» El dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Escucha

Cuando Dios habla no nos da simple información: se nos revela. Su Palabra es un escáner por el que vamos conociendo el corazón de Dios, sus sentimientos, sus pensamientos y, también, lo qué tiene pensado para cada uno de nosotros. Lo qué quiere de cada uno de nosotros.

El Antiguo Testamento nos prepara a la venida de Cristo. Las epístolas y otras lecturas nos ofrecen las reflexiones de San Pablo y de otros contemporáneos sobre Jesucristo, su vida y su mensaje. El Evangelio nos da la clave de cada encuentro eucarístico. Es el punto culminante de toda la Liturgia de la Palabra. Es en este momento, cuando puestos de pie rendimos homenaje presente en la Palabra.

Le reclamaba una vez por la noche al Señor: – «¿Por qué Señor no me escuchas?, si cada noche te hablo…» – «¿Por qué Señor no me atiendes?, cuando en cada momento te pido…» – «¿Por qué Señor no te veo?, si oro constantemente…» – «En esta noche Señor hablo y hablo contigo, mas no siento tu presencia, ¿por qué Señor no me tomas en cuenta?

A lo que Dios contestó: – «Cada noche escucho tu clamor, cada noche trato de atender, cada noche trato de hacerme ver delante de ti, y quisiera cumplir tus deseos. Pero me hablas y pides muchas cosas, las cuales escucho con atención, sin embargo, en cuanto terminas de agradecer y de pedir lo que necesitas, terminas tu oración, sin darme oportunidad de hablar»

Una conversación es un diálogo entre dos, muchas veces hablamos con Dios pero no nos damos un tiempo para escuchar su voz. ¿Alguna vez has tratado de hablar con alguien que no te deja decir ni una sola palabra? Pues bien, Dios quiere hacernos escuchar su voz y para eso necesita que le des la oportunidad de hacerlo, y solo entonces, al escuchar su voz y guardar silencio por un momento, tu oración será completa, y Dios cumplirá su promesa de darte todo aquello que pidas con fe.

Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumba enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.

LA EUCARISTIA

Cuando llegó el momento de partir a la eternidad, la inmensidad de la bondad Divina nos ofreció el presente más grande y mejor de todos: instituyó el Sagrado Sacramento de la Eucaristía, Presencia Real del SEÑOR, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en el Hostia y en el Vino Consagrados. JESÚS es el verdadero pan descendido del Cielo, comida para el alma, fuerza y inspiración para la humanidad en la caminata existencial, vínculo poderoso que une y congrega todos los fieles al rededor de un único Altar hasta la consumación de los siglos.

San Mateo registró aquello inolvidable momento escribiendo las palabras que JESÚS habló:

«Y comiendo ellos, tomó JESÚS el pan, y bendijo, y lo partió, y dio á sus discípulos, y dijo: Tomad, comed. Esto es MÍ Cuerpo. Y tomando el vaso, y hechas gracias, les dio, diciendo: Bebed de él todos; Porque esto es MÍ Sangre del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados.» (Mateo 26,26-28)

San Marcos registró así:

«Mientras ellos Comían, JESÚS Tomó pan y lo bendijo; lo Partió, les dio y dijo: Tomad; esto es MÍ Cuerpo. Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron todos de ella. Y ÉL les dijo: Esto es MÍ Sangre del pacto, la cual es derramada a favor de muchos». (Marcos 14,22-24)

San Lucas anotó las siguientes palabras:

«Entonces Tomó pan, y habiendo dado gracias, lo Partió y les dio diciendo: –Esto es MÍ Cuerpo que por vosotros es dado. Haced esto en memoria de MÍ.

Asimismo, después de haber cenado, Tomó también la copa y dijo: Esta copa es el nuevo pacto en MÍ Sangre, que por vosotros se derrama». (Lucas 22,19-20)

San Pablo describe así:

«Porque yo Recibí del SEÑOR la enseñanza que también os he transmitido: que el SEÑOR JESÚS, la noche en que fue entregado, Tomó pan; Y habiendo dado gracias, lo Partió y dijo: Tomad, comed. Esto es MÍ Cuerpo que por vosotros es partido. Haced esto en memoria de MÍ. Asimismo, Tomó también la copa después de haber cenado, y dijo: Esta copa es el nuevo pacto en MÍ Sangre. Haced esto todas las veces que la Bebáis en memoria de MÍ.» (1Cor 11,23-25)

El Apóstol San Juan que estaba al lado del SEÑOR describió como JESÚS pronunció las palabras en la Última Cena:

«Y JESÚS les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la Carne del Hijo del Hombre, y bebiereis su Sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come MÍ Carne y bebe MÍ Sangre, tiene vida eterna: y YO le resucitaré en el día postrero. Porque MÍ Carne es verdadera comida, y MÍ Sangre es verdadera bebida. El que come MÍ Carne y bebe MÍ Sangre, en MÍ permanece, y YO en él». (Juan 6,53-56)

Las palabras de JESUS son claras y auténticas. En aquel momento de adiós ÉL creó el Fenómeno Misterioso de la Transubstanciación que se pasa en todas las Santas Misas en la Consagración. Las especies de pan y vino son transformados por el DIVINO ESPÍRITU SANTO, en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad del SEÑOR JESÚS, y manteniendo sin embargo, la apariencia original de las mismas especies.

Esto quiere decir, JESÚS está verdaderamente presente en la Hostia Consagrada, Personalmente y en Divinidad. Entonces, la Sagrada Comunión no puede ser considerada como un «símbolo» o como una «representación» del SEÑOR, porque es ÉL Mismo Quién está allí. ÉL SEÑOR está Realmente Presente en el más pequeño fragmento de una Partícula Consagrada, en todos los tabernáculos del mundo. Y así, ÉL está siempre disponible a saciar el hambre espiritual, iluminar las almas, dar la bienvenida a las súplicas y oraciones de todos que buscan su ayuda, auxiliando e inspirando a lo largo de la existencia, protegiendo y defendiendo las personas contra las tentaciones de Satanás y también, consolándolos en los reveses de la vida. Lleno de amor y misericordia ÉL SE presenta modestamente en la partícula de trigo y agua y en el vino consagrado. En esta simplicidad esconde todo su Poder y su Divinidad, primordialmente porque, ÉL quiere que cada uno de nosotros, no lo busque con pompas y garrulerías, pero con humildad, reconociendo las propias debilidades y limitaciones. De esa manera, postrado delante el SEÑOR DIOS, consciente de nuestra insignificancia, reducido a nada, con la mayor simplicidad y sincera humildad, es que debemos pedir las gracias que nosotros necesitamos a nuestra existencia.

Esta realidad señala al razonamiento la necesidad de cada persona tentar aumentar cada vez más, de alguna manera, la intensidad de la atención y del afecto que debe dedicar a DIOS. No como actitud pensada, programada y con interese, pero como gesto normal, generado de dentro a fuera, del interior de nuestro corazón para el Corazón del CREADOR. Un procedimiento que sea consciente y que se debe cultivarse con frecuencia. Esta preocupación representará una continúa y permanente oración a DIOS, súplica perseverante que debe modularse y adornarse con las oraciones que nosotros debemos recitar todos los días, para que ellos sean nuestra respuesta de amor, en un afectuoso tributo de agradecimiento por todos los beneficios que ÉL nos proporciona y el don de nuestra propia vida.

«CORPUS CHRISTI»

Desde el tiempo apostólico la Iglesia instituyó la Fiesta del Cuerpo de Cristo, un homenaje de gratitud a JESÚS por Su presencia Real y Permanente junto de nosotros. La Fiesta era celebrada el jueves de la Semana Santa, porque la Sagrada Eucaristía fue instituida por JESÚS el jueves, en la Última Cena en el Cenáculo, en Jerusalén, el día anterior de su muerte en la Cruz. Sin embargo, como en la Semana Santa celebramos la Muerte y la Resurrección Gloriosa del SEÑOR, con el recuerdo de todos los sufrimientos abominables de JESÚS, el espíritu de tristeza domina la mayoría de la liturgia. Por esa razón, en la continuidad de los años, la Iglesia decidió escoger otra fecha, para mejor y más efusivamente hacer la homenaje al SEÑOR JESÚS y agradecerle todo los beneficios de Su Admirable Obra Redentora, que en el cotidiano derrama gracias en nuestra vida. Así, el año de 1246, por la orden de Su Santidad el Papa Urbano IV, la celebración de la Fiesta del Cuerpo de CRISTO se insertó en el calendario litúrgico a ser cumplida en el jueves, después del domingo en lo cual se celebra la Fiesta de la SAGRADA TRINIDAD.
El palabra «Corpus Christi» es latina y significa «el Cuerpo de CRISTO», que es la misma Sagrada Comunión, Sagrada Eucaristía, Sagrada Especie, Bendito Sacramento y Cuerpo de DIOS.

Todos los años, en muchas ciudades del mundo, los cristianos se unen y con la iniciativa personal ellos decoran las calles por donde pasará la Procesión con la autoridad eclesiástica conduciendo el Ostensorio con JESÚS Sacramentado. Son hechos dibujos muy bonitos, admirables alfombras de flores y de otros materiales que se usan artísticamente, en una manifestación sincera y espontánea de afecto y amor al Sagrado Sacramento. En Bélgica, en 1246, cuando la Fiesta entró para el Calendario Litúrgico, los cristianos hicieran el primer homenaje en las calles de la ciudad de Liege, decorándolas de una manera atractiva y notable, formando inmensas alfombras coloreadas, por donde pasó la Procesión con la Sagrada Eucaristía.

LA SAGRADA MISA

La Santa Misa o Celebración Eucarística es donde nosotros recibimos la Sagrada Comunión y donde nuestras preces alcanzan la mayor plenitud, grandeza expresiva e intensidad. Ella es el sacrificio de la Nueva Alianza entre el DIOS y la humanidad de todas las generaciones, hecha en el Calvario con el Sangre Redentor de JESUS. El Sacrificio es celebrado en todas las Santas Misas sin derramamiento del Sangre de JESÚS, pero hecho de manera real y auténtica. JESÚS la víctima perfecta, está verdaderamente presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, escondido en las apariencias de pan y vino consagrados y SE ofrece al SANTO PADRE ETERNO por las manos del sacerdote, su ministro celebrante, como ÉL Mismo hizo en la Cena Postrera con los Apóstoles, en Jerusalén, cuando instituyó la Sagrada Eucaristía y celebró la primera Santa Misa. Entonces la Santa Misa es esencialmente el mismo Sacrificio de la Cruz, sólo que en Gólgota fue cruento, con derramamiento de sangre, y en el Altar es sin derramamiento de sangre, que es decir, sin el sufrimiento real de CRISTO.

En los versículos de los Actos de los Apóstoles, se nota que después de la Resurrección de JESÚS, los Discípulos celebraban la Santa Misa y los fieles participaban con frecuencia y fervor:

«Y perseveraban en la doctrina de los Apóstoles, en la Comunión, en el partimiento del pan y en las oraciones». (Hechos 2,42)

«Ellos perseveraban Unánimes en el templo Día tras Día, y partiendo el pan casa por casa, participaban de la comida con Alegría y con sencillez de Corazón.” (Hechos 2,46)

La palabra «Misa» que es de origen latina, se usa desde el siglo VI. Anteriormente la Santa Misa era conocida a través de otros nombres: Sinaxe, Misterium, Fractio Panis (Fracción del Pan), Collecta, Oblatio (Oblación), Liturgia, etc. Muchos de esos nombres que eran usados en la denominación de la Celebración Eucarística, hoy ellos son títulos de partes de la Santa Misa.

Podemos decir que son tres los aspectos fundamentales que se pasan en la celebración de una Santa Misa:

– La Presencia Real y Verdadera del SEÑOR.

– El auténtico Sacrificio de NUESTRO SEÑOR y de la Iglesia (o sea, de todos sus miembros).

– La nuestra comunión con CRISTO y con los hermanos.

Por esa razón la Iglesia enseña, que la Eucaristía, la Santa Misa o el Santo Sacrificio, significa el mismo y único sacramento en lo cual está el propio DIOS. Es el Memorial de la Pasión, Muerte y Gloriosa Resurrección de JESÚS, es también, el sacrificio de los hermanos que participan que reciben el SEÑOR en la Comunión, además de ser comida espiritual para la vida eterna de cada uno.

Para mejor percepción, podremos acrecentar que la Santa Misa entiende cuatro partes, a saber: Ritos Iniciales, Liturgia de la Palabra, Liturgia Eucarística y Ritos Finales. De la misma forma como los nombres indican: los Ritos Iniciales, es como el nombre dice: la entrada, la palabra y oraciones iniciales del celebrante; las lecturas de los fieles y la homilía del celebrante, constituyen el espacio de la Liturgia de la Palabra; la Liturgia Eucarística empieza en el Ofertorio, pasa por la Consagración y termina después de la Santa Comunión de los fieles; las oraciones finales y la bendición sacerdotal constituyen los Ritos Finales.