Archivos Mensuales: agosto 2013

la verdad tras las «catolicadas» . reporte periodistico

¿Todo el que usa la Biblia lo hace en verdad para corregir y amar?

por JAIME GOMEZ
 
¿Todo el que usa la Biblia lo hace en verdad para corregir y amar?
Un hermano evangélico me dice: «falso. Los cristianos no odian, aman. Por eso usamos la Biblia para corregir»
Cito un pasaje de la misma Biblia que dice:
«entonces el diablo le lleva consigo a la ciudad santa, le pone sobre el alero del Templo, y le dice: «si eres hijo de Dios, tírate abajo, PORQUE ESTÁ ESCRITO: a sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.», Mt 4, 6.
Dios dice a sus hijos que a sus ángeles ha dado la instrucción de que no permitan que tropecemos en nuestra vida diaria y común, pero el demonio agrega de su propia razón que eso significa que si nos tiramos de un edificio no nos pasará nada. Como vemos, hay malicia y engaño en su libre, racional y personal interpretación de la Escritura, usando versículos aislados y fuera de contexto para tergiversar la verdad bíblica.
¿Podemos decir que el demonio amaba a Jesús solo por el hecho de haber usado la Escritura para según él “corregirlo”?
Por supuesto que no lo amaba porque lo que buscaba en el fondo, detrás de sus argumentos bíblicos solo racionales y fuera de contexto, era hacerle creer un error para que se perdiera. Porque en el fondo envidiaba la legitimidad de su fe, su felicidad y su entrega y amor a Dios.
Y no buscaba corregirlo de un error con buena fe, sino convencerlo de su propia “verdad” personal sacada de torcer las Escrituras, lo que proviene más del egoísmo que del amor.
¿Como respondió el Señor?: «Jesús le dijo: «TAMBIÉN ESTÁ ESCRITO: no tentarás al Señor tu Dios.»»
Respondió como vemos con la interpretación que el Espíritu le daba de todo el contexto de la Escritura, no de versículos aislados y por eso mal interpretados.
Algunos escribas y fariseos también usaron mucho su libre, racional y personal interpretación de la Escritura en contra de Jesús y buscando siempre condenar a los demás:
“«maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó EN LA LEY apedrear a estas mujeres. ¿tú qué dices?» esto LO DECÍAN PARA TENTARLE, PARA TENER DE QUE ACUSARLE.» (esta misma actitud la tenemos muchos hoy, de usar la Biblia para acusar de errores a los demás).
¿Y cómo les respondió el Señor?: «les dijo: «aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra».», Jn 8, 2-11.
Respondió Jesús a la mala intención de los fariseos con el amor y la misericordia de Dios por el Espíritu que había recibido en su corazón desde su Bautismo, buscando siempre salvar, no condenar, y con la interpretación que Éste le daba de la fe verdadera. Y sin malicia alguna en contraste con la actitud de los escribas y fariseos.
Esto prueba que NO TODO EL QUE USA LA ESCRITURA LO HACE POR AMOR NI BUSCA CORREGIR SINO LLEVAR A UNA FALSA y PROPIA VERDAD QUE NO ES LA DE CRISTO. Porque si corrigen desde su propia razón, y sin vivir la experiencia real del amor de Cristo vivo en ellos, usarán la Biblia para juzgar y condenar, para acusar a los demás de supuestos e inexistentes errores doctrinales (o personales), como hacen muchos hoy, para descalificar a los que no piensan como ellos.
Por ello el fariseo en la famosa parábola, Lc 18, 9, solo veía los pecados de los demás pero se veía puro y se justificaba a sí mismo. Mientras el publicano que tenía la verdadera espiritualidad no juzgaba a los demás sino que pedía perdón por sus propios pecados. Se miraba a sí mismo para mejorar y no a los otros para juzgarlos y condenarlos (muchos no lo hacen de mala fe, así se los han enseñado sus pastores, pero lo han elegido libremente y eso tiene consecuencias espirituales en quien lo hace).
Jesús le dijo a los dirigentes de su única Iglesia hace dos mil años: “El que A USTEDES escucha, A MI me escucha”, Lc 10, 16. Y también “ABRIÓ SUS INTELIGENCIAS PARA QUE COMPRENDIERAN LAS ESCRITURAS», Lc 24, 45.
De esa forma Cristo le dio a su Iglesia única y universal que formó El mismo en persona hace dos mil años, la Católica, la potestad y la luz para interpretar la Escritura con el amor y la misericordia que El mismo usó, presente en ellos por su Espíritu recibido desde Pentecostés hasta hoy, para que fueran a hablar como Cristo y A SALVAR a las gentes que creyeran a su predicación, NO A CONDENARLAS NI JUZGARLAS por sus actos u omisiones, Mc 16, 15-16; Jn 12, 47.
Por ello dijo Pablo que en sus manos, las de los dirigentes de su Iglesia, «Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena.».
Solo quien vive en el amor y la luz de Dios puede lograr esos objetivos usando la Escritura. Quien no lo vive no solo caerá en errores propios que obstaculizarán su crecimiento, sino que lastimará y ofenderá a los demás mas que corregirlos para edificarlos porque sin Dios ninguna predicación edifica.

la Eucaristía

El hecho de la Eucaristía

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La riqueza inagotable de este sacramento se expresa en los distintos nombres que se le da:
► Eucaristía: de origen griego «Eukharistia», significa «acción de gracias». Esta palabra recuerda las bendiciones judías que proclaman las obras de Dios: la creación, la redención, la santificación. (cfr. Lc. 22,19; 1 Co 11,24; Mt 26,26; Mc 14,22).
► Banquete del Señor: porque se trata de la Cena que el Señor celebró con sus discípulos la víspera de su pasión ( 1 Co 11,20).
► Fracción del Pan: porque este rito fue utilizado por Jesús cuando bendecía y distribuía el pan como cabeza de familia. Con esta expresión los primeros cristianos designaron sus asambleas eucarísticas. Con él quiere significar que todos los que comen de este único pan partido, que es Cristo, entran en comunión con Él y forman un solo cuerpo en Él ( cfr. Mt 14,19; 15,36; Mc 8, 6-19; Hch 2,42.46; 20, 7.11; 1 Co 10, 16-17).
► Asamblea Eucarística: porque la Eucaristía es celebrada en la asamblea de los fieles, expresión visible de la Iglesia. ( Cf 1 Co 11, 17-3)
à Santo Sacrificio: porque actualiza el único sacrificio de Cristo Salvador e incluye la ofrenda de la Iglesia (Cfr. Hch 13,15; Sal 116, 13.17; 1 Pe 2,5)
► Comunión: porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo (Cfr. 1 Co 16-17).
► Santa Misa: porque cuando la Eucaristía se celebraba n latín se despedía a la gente diciendo «Ite Missa est», que habla del envío a cumplir con la voluntad de Dios en su vida.
La Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con Cristo en la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor. Cristo instituyó en la Ultima Cena, el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su Sangre para perpetuar por los siglos el sacrificio de la cruz y confiar el memorial de su muerte y resurrección a la Iglesia. Es signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo.
► El Significado de la Eucaristía
La Nueva Pascua
En los Evangelios se establece una estrecha conexión entre la cena eucarística y la fiesta de la Pascua (Mt 26, 2.17. 18-19; Jn 6,4; 11,56; 1 Cor 5,7). Esto nos indica que para los evangelios la Eucaristía es la nueva Pascua de los cristianos.
Sabemos que, en la tradición del Antiguo Testamento, el acontecimiento de la Pascua se pone en estrecha relación con la salida de Egipto (Ex 12, 21-23). La celebración de la Pascua estaba dedicada a conmemorar lo que Dios hizo con su pueblo al liberarlo de la esclavitud. (Dt 16,1; Ex 12, 11-14).
Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición, partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar a la multitud, prefiguran la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía. El signo del agua convertida en vino en Caná, anuncia ya la hora de la glorificación de Jesús, manifiesta el cumplimiento del banquete de bodas en el Reino del Padre, donde los fieles beberán el vino nuevo, convertido en Sangre de Cristo.
En la Pascua de Jesús se vence la esclavitud de la muerte y el pecado, abriéndose el camino a la salvación. Si la Eucaristía viene a sustituir para los cristianos lo que era la antigua Pascua para los judíos, el sentido de la Eucaristía es también el de celebrar la liberación integral que nos consigue Jesús.
† Re-Actualización del sacrificio de Jesús
La cena pascual consistía, además, en el sacrificio de un cordero (Ex 12, 1-14. 43-45). El Paralelismo que existe entre Jesús y el cordero pascual (Mc 12, 22-24; Lc 22,19s; Jn 19,36; 1 Cor 5,7) nos hace ver que la Eucaristía es la Re-actualización del auténtico sacrificio, en el que Jesús se entrega por los demás.
El carácter de sacrificio de la Eucaristía se halla claramente indicado en las palabras que Jesús pronunció sobre el cáliz, según el evangelio de Mateo: «Esta es mi sangre, la sangre de la alianza, que se derrama por todos para el perdón de los pecados» (Mt 26,28).
Esta frase evoca el relato en el que Moisés rocía con sangre del sacrificio del Sinaí al pueblo, al tiempo que dice: «Esta es la sangre de la Alianza que el Señor ha hecho con vosotros» (Ex 24,8)
El Concilio Vaticano II habla de “perpetuación”: “Nuestro Salvador, en la Ultima Cena, la noche que le traicionaban, instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz” (SC #47).
“Re-actualización” y “perpetuación” no significan que Jesús es re-crucificado. La Iglesia Católica claramente especifica que Cristo no vuelve a morir, sino que, en su ministerio de intercesión en el Cielo y a través de la Misa, continúa ofreciéndose al Padre como un sacrificio vivo. Y esto lo hace de una manera que la Iglesia específicamente denomina “incruenta”. La enseñanza de la Iglesia y el vocabulario católico de “re-actualización”, “perpetuación”, “de manera incruenta”, dejan claramente establecido que la Iglesia no enseña que la Misa es una nueva crucifixión.
► La Institución de la Eucaristía
El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Sabiendo que había llegado la hora de partir de este mundo para retornar a su Padre, en el transcurso de una cena, les lavó los pies y les dio el mandamiento del amor, para dejarles una prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles partícipes de su Pascua, instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y de su resurrección y ordenó a sus los apóstoles celebrarlo hasta su retorno, «constituyéndoles entonces sacerdotes del Nuevo Testamento»
«Yo soy el pan e vida. Sus padres comieron el maná en el desierto, pero murieron, aquí está el pan que baja del cielo para comerlo y no morir. Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Pero además, el pan que voy a dar es mi carne, para que el mundo viva… el que come mi carne y bebe mi sangre, vive de vida eterna y yo lo resucitaré en el último día.» (Jn 6, 48-60).
Los que escucharon este discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, no pudieron entender como era posible comer su carne y beber su sangre. Incluso los escandalizó: «es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?». La Eucaristía y la cruz son piedras de escándalo. Es el mismo misterio y no cesa de ser ocasión de división. «También vosotros queréis marcharos?» (Jn 6,67). esta pregunta del Señor resuena a través de las edades, como invitación de su amor a descubrir que sólo Él tiene «palabras de vida eterna» (Jn 6,68) y que acoger en la fe el don de su Eucaristía es acogerlo a El mismo.
Los apóstoles para entender la manera de cómo realizar esta comida celestial, tuvieron que esperar hasta la Ultima Cena, más aún, la venida del Espíritu Santo.
► Cuatro veces encontramos narrada la institución de la Eucaristía, tres en los evangelios: Mt 26, 26-29; Mc 14, 22-23; Lc 22, 19-20 y una vez en la primera carta a los Corintios 11, 23-25. Las cuatro narraciones coinciden en lo esencial:
► Cristo ofreciendo el pan y el vino a sus apóstoles, les dice que coman de su cuerpo y beban de su sangre. Los apóstoles y las primeras comunidades cristianas aceptaron este hecho.
Cristo dice «hagan esto en memoria mía».
† Jesús habla de la Nueva Alianza
† Jesús escogió el tiempo de la Pascua para realizar lo que había anunciado en Cafarnaúm: dar a sus discípulos su Cuerpo y su Sangre:
«Llegó el día de los Azimos, en el que se había de inmolar el cordero de Pascua; Jesús envió a Pedro y a Juan diciendo: «Id y preparadnos la Pascua para que la comamos»… fueron y prepararon la Pascua. Llegada la hora, se puso a la mesa con los Apóstoles y les dijo; «Con ansía he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios…. Y tomó pan, dio gracias, lo partió y se los dio diciendo: «Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío. De igual modo, después de cenar, tomó el cáliz, diciendo: Este es el cáliz de la Nueva Alianza en mi sangre, que va a ser derramada por vosotros» (Lc 22, 7-20)
► La presencia real de Cristo
Cuando Jesús instituyó la Eucaristía tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a los discípulos diciendo: «Tomad, comed, esto es mi cuerpo» (Mt 26,26). En esta frase sorprende el realismo con que se identifica al sujeto «esto» (el pan) con el predicado «mi cuerpo» (la persona de Jesús). Las palabras de Jesús no dejan lugar a dudas. No se trata de una comparación: esto es como mi cuerpo, sino de una afirmación real esto es mi cuerpo.
El pan y el vino pierden en la Eucaristía su sentido natural como alimento corporal y reciben un nuevo ser y un nuevo sentido. Son signos- simbólicos reales de la presencia real y de la entrega personal de Jesucristo. En los signos sensibles de pan y de vino, se hace presente realmente Jesucristo, que se entrega por nosotros (CIC 1373-1381)
► «Haced esto en memoria mía»
El mandamiento de Jesús de repetir sus gestos y sus palabras «hasta que venga», no exige solamente acordarse de Jesús y de lo que hizo. Requiere la celebración litúrgica por los apóstoles y sus sucesores del memorial de Cristo, de su vida, de su muerte, de su resurrección y de su intercesión junto al Padre.
«Cristo se sacrificó una sola vez para borrar los pecados de todos los hombres» (Heb 9,28). Las misas que se celebran continuamente en todo el mundo no son repeticiones del sacrificio de Cristo, sino celebraciones en las cuales se vuelve a hacer presente. Participar en la Eucaristía, es unirse al culto más grande que el hombre pueda realizar, porque no es el ofrecimiento de oraciones y obras buenas lo que se hace, sino el mismo ofrecimiento de Cristo, al cual el hombre se une mediante la aceptación de la Palabra de Dios, la oblación de sí mismo, y la recepción del Cuerpo y la Sangre del Señor.
Desde el comienzo la Iglesia fue fiel a la orden del Señor. De la Iglesia de Jesucristo se dice: «Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, fieles a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones.. Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y con sencillez de corazón» (Hch 2, 42. 46)). Era sobre todo «el primer día de la semana», es decir, el domingo, el día de la resurrección de Jesús, cuando los cristianos se reunían para partir el pan. Desde entonces hasta nuestros días, la celebración de la Eucaristía se ha perpetuado.
►La Comunión (Común unión con Dios)
El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la Eucaristía «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carde del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros» (Jn 6,53).
Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia: «Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo»( 1 Cor 11, 27-29) Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar.
Ante la grandeza de este sacramento, el fiel solo puede repetir humildemente y con fe ardiente las palabras del Centurión «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastara para sanarme».
La Iglesia obliga a los fieles a participar los domingos y días de fiesta en la divina liturgia y a recibir al menos una vez al año la Eucaristía, si es posible en tiempo pascual. Pero la Iglesia recomienda vivamente a los fieles a recibir la santa Eucaristía los domingos y los días de fiesta, o con más frecuencia aún, incluso todos los días.
►Frutos de la Comunión
† Acrecienta la unión con Cristo: «quién come mi Carne y bebe mi Sangre, habita en mí y yo en él» (Jn 6,56.
† Fortalece el Espíritu: Lo que el alimento material produce en la vida corporal, la comunión lo realiza de manera admirable en la vida espiritual. La comunión conserva, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo.
† Separa del pecado: como el alimento sirve para restaurar la pérdida de fuerzas, la Eucaristía fortalece la caridad, que en la vida cotidiana, tiene a debilitarse, y esta caridad vivificada borra los pecados veniales. Cuanto más se participa en la vida de Cristo y más se progresa en su amista, tanto más difícil será romper con él por el pecado mortal.
† Entraña un compromiso a favor de los demás: para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregado por nosotros, debemos reconocer a Cristo en el prójimo, sobre todo en los más pobres y necesitados.
† Fortalece la unidad del Cuerpo místico. La Eucaristía hace a la Iglesia. Los que reciben la Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo, por ello mismo, Cristo los une a todos los fieles en un solo cuerpo que es la iglesia. La Comunión renueva, fortifica y profundiza la incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo.
►La Celebración Eucarística
La Eucaristía o Misa consta de dos grandes partes:
Liturgia de la Palabra dividida en:
►Rito de entrada: los cristianos acuden a un mismo lugar para la asamblea eucarística alabando y dando gracias a Dios. A su cabeza está Cristo mismo que es el Sumo Sacerdote, su representante es el sacerdote quien preside la celebración y actúa en su nombre. Se comienza con el saludo invocando a la Santísima Trinidad
►Acto penitencial: es reconocerse pecadores y pedir perdón a Dios para disponerse a escuchar su Palabra y a celebrar dignamente la Eucaristía constituidos en una comunidad. Incluye el Señor ten piedad y el Gloria, además de la Oración Colecta que expresa generalmente la índole de la celebración con una súplica a Dios Padre, por Cristo en el Espíritu Santo.
►Liturgia de la Palabra: consta de las lecturas de la Sagrada Escritura, seguidas de la homilía que es una reflexión y explicación de la Palabra de Dios. Se recita el Credo o Profesión de Fe y se hace la Oración de los fieles.
→Liturgia de la Eucaristía, dividida en:
►Ofertorio: o presentación de las ofrendas que se ponen sobre el altar, éstas son el pan y el vino que, junto con la vida del hombre se ofrecen a Dios.
►Plegaria Eucarística: se da gracias a Dios por la obra de la salvación y por sus dones, el pan y el vino. Se pide la presencia del Espíritu Santo para que las convierta en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, repitiendo las mismas palabras que Jesús pronunció en la Ultima Cena.
►Fracción del Pan y el Rito de Comunión: que manifiesta la unidad de los fieles. Se recita el Padre Nuestro y los fieles reciben el Cuerpo y la Sangre del Señor, del mismo modo que los Apóstoles los recibieron de manos de Jesús.
►Rito de despedida: saludo y bendición sacerdotal, para terminar con la despedida en donde se invita al pueblo a que vuelva a sus quehaceres haciendo vida el Evangelio.
→Por lo tanto, debemos considerar la Eucaristía como:
■ Acción de gracias y alabanza al Padre
■ Memorial del Sacrificio de Cristo y de su Cuerpo
■ Presencia de Cristo por el poder de su Padre y de su Espíritu
«Jesús se esconde en el Santísimo Sacramento del altar, para que nos atrevamos a tratarle, para ser el sustento nuestro, con el fin de que nos hagamos una sola cosa con Él. Al decir sin mí no podéis nada, no condenó al cristiano a la ineficacia, ni le obligó a una búsqueda ardua y difícil de su Persona. Se ha quedado entre nosotros con una disponibilidad total».
Cuando nos reunimos ante el altar mientras se celebra el Santo Sacrificio de la Misa, cuando contemplamos la Sagrada Hostia expuesta en la custodia o la adoramos escondida en el Sagrario, debemos reavivar nuestra fe, pensar en esa existencia nueva, que viene a nosotros, y conmovernos ante el cariño y la ternura de Dios» (J. Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa No. 153).
La Iglesia sabe que, ya ahora, el Señor viene en su Eucaristía y que está ahí en medio de nosotros. Sin embargo, esta presencia está velada. Por eso celebramos la Eucaristía «mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Señor Jesucristo»
Jesús Dijo: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo, si uno come de este Pan, vivirá para siempre…El que como mi Carne y bebe mi Sangre, Tiene vida eterna…permanece en mí y yo en él» (Jn 6, 51. 54. 56)
►La Eucaristía junto con el Bautismo, son los «Sacramentos mayores» de la Iglesia. En la Eucaristía tenemos los cristianos la fuente y el culmen de nuestra vida personal y comunitaria. El comer la carne de Cristo y el beber su sangre nos hace participar en su vida y nos constituye en la comunidad de hermanos que es la Iglesia.
Pese a todo eso, son muchos los cristianos que acuden a la celebración eucarística para cumplir con una «obligación, rutina o puro convencionalismo social», y que participan en ella ignorando la fraternidad y el amor que en ella se significan.

Discursos que ofreció el Papa Francisco durante la Jornada en Rio 2013

Especial: Las palabras del Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud
Discursos que ofreció el Papa Francisco durante la Jornada en Rio 2013
Autor: Ana Cecilia Margalef | Fuente: Catholic.net

Queridos jóvenes

Veo en ustedes la belleza del rostro joven de Cristo, y mi corazón se llena de alegría.
Recuerdo la primera Jornada Mundial de la Juventud a nivel internacional. Se celebró en 1987 en Argentina, en mi ciudad de Buenos Aires. Guardo vivas en la memoria estas palabras de Juan Pablo II a los jóvenes: «¡Tengo tanta esperanza en vosotros! Espero sobre todo que renovéis vuestra fidelidad a Jesucristo y a su cruz redentora» (Discurso a los Jóvenes, 11 de abril 1987: Insegnamenti, X/1 [1987], p. 1261).
Este año, la Jornada vuelve, por segunda vez, a América Latina. Y ustedes, jóvenes, han respondido en gran número a la invitación de Benedicto XVI, que les ha convocado para celebrarla. A él se lo agradecemos de todo corazón, y a él que nos convocó hoy aquí, le enviamos un saludo y un fuerte abrazo. Ustedes sabenque antes de venir a Brasil estuve charlando con él, y le pedí que me acompañara en el viaje con la oración, y él me dijo: los acompaño con la oración y estaré junto al televisor. Así que ahora nos está viendo.
Se lo agradecemos de todo corazón. Mi mirada si extiende sobre esta gran muchedumbre: ¡Son ustedes tantos! Llegados de todos los continentes. Distantes, a veces no sólo geográficamente, sino también desde el punto de vista existencial, cultural, social, humano. Pero hoy están aquí, o más bien, hoy estamos aquí, juntos, unidos para compartir la fe y la alegría del encuentro con Cristo, de ser sus discípulos. Esta semana, Río se convierte en el centro de la Iglesia, en su corazón vivo y joven, porque ustedes han respondido con generosidad y entusiasmo a la invitación que Jesús les ha hecho a estar con él, a ser sus amigos.
El tren de esta Jornada Mundial de la Juventud ha venido de lejos y ha atravesado la Nación brasileña siguiendo las etapas del proyecto «Bota fe – Pon fe». Hoy ha llegado a Río de Janeiro.
Desde el Corcovado, el Cristo Redentor nos abraza y nos bendice. Viendo este mar, la playa y a todos ustedes, me viene a la mente el momento en que Jesús llamó a sus primeros discípulos a orillas del lago de Tiberíades. Hoy Jesús nos sigue preguntando: ¿Quieres ser mi discípulo? ¿Quieres ser mi amigo? ¿Quieres ser testigo del Evangelio? En el corazón del Año de la fe, estas preguntas nos invitan a renovar nuestro compromiso cristiano. Sus familias y comunidades locales les han transmitido el gran don de la fe. Cristo ha crecido en ustedes. Hoy he venido a confirmarles en esta fe, la fe en Cristo vivo que habita en ustedes, pero he venido también para ser confirmado por el entusiasmo de su fe.
Les saludo a todos con gran afecto. A ustedes aquí presentes, venidos de los cinco continentes y, a través de ustedes, a todos los jóvenes del mundo, en particular a aquellos que no han podido venir a Río de Janeiro, pero que nos siguen por medio de la radio, la televisión e internet, a todos les digo: ¡Bienvenidos a esta gran fiesta de la fe! En diversas partes del mundo, muchos jóvenes están reunidos ahora para vivir juntos este momento: sintámonos unidos unos a otros en la alegría, en la amistad, en la fe. Y tengan la certeza de que mi corazón de Pastor les abraza a todos con afecto universal. ¡El Cristo Redentor, desde la cima del monte Corvado, les acoge en esta bellísima ciudad de Río!
¡Hermanos y amigos, bienvenidos a la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, en esta maravillosa ciudad de Río de Janeiro!

Discurso del papa en el Palacio gobernativo de Guanabara papa y corazon
Oración de consagración del Papa Francisco a la Virgen de Aparecida
Homilia de la primera misa pública en el Santuario de la Virgen de Aparecida
El Papa bendice a los fieles que lo acompañaron en Aparecida
Discurso del Papa Francisco en su visita al Hospital de San Francisco de Asís de la Providencia
Discurso del Papa Francisco en la favela de la comunidad de Varginha
Discurso del Papa Francisco en el encuentro con los jóvenes argentinos
El papa Francisco rezó el Ángelus ante una multitud
Los retos de la Iglesia hoy
Homilía del Papa Francisco,durante la misa en la catedral Río
Discurso del Papa en el Vía Crucis en Copacabana
Discurso Papa Francisco a la clase dirigente de Brasil
Discurso del Papa Francisco en la Vigilia con los Jóvenes en Rio
Discurso en la ceremonia de despedida de JMJ Río 2013
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Palabras en el rezo del Ángelus JMJ Río 2013
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El Papa recuerda que el Catecismo de la Iglesia enseña que no se debe marginar a los homosexuales
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Video : 80 imágenes del Papa en Rio de Janeiro
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